
Supo que iba a morir por culpa de una bala perdida, el 12 de marzo de ese mismo año, en la esquina de Rosado y Manríquez. También supo que sus intentos por evitar ese sitio la llevarían irremediablemente a él, que nadie iba a creerle y suplicar ayuda o clemencia por algo que no sucedía aún era inútil, que el kevlar iba a perderse en el correo, que el arma comprada para defenderse se trabaría, que el sueño le estaba negado en el tiempo que faltaba, que iba a dejar de comer y todo le iba a parecer manchado de muerte, una máscara cruel, y que el 12 de marzo, en la esquina de Rosado y Manríquez, ella iba a recibirla feliz la bala, porque la temible espera llegaba a su fin.
Tomado de: http://zarate.blogspot.com/
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