No tenía que afeitarse la cara. Aquel médico ya lo había advertido: su piel era muy delicada. Con cada pasada del filo acerado arrancaría a rebanadas las caricias más suaves, los besos más tiernos y hasta la brisa más fresca que pudiera recibir. No podía soportar eso. De ahora en adelante debería usar la barba de tres días. Y cambiar de sexo en su perfil.
Tomado de: http://sanchezclaudiabe.blogspot.com/
Claudia Sánchez
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