Toda una vida con miedo deja secuelas. Miedo a no ser querido, a ser rechazado, a perder el control y el empleo y lanzar por la borda los ínfimos logros duramente ganados. Sintiéndose mal en todo momento, humillado de por vida. Menos mal que poco a poco se iba recuperando con la terapia. El primero fue difícil, el segundo un poco menos. El último fue casi una obra de arte. Al final se convertiría en un experto con el punzón.
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