sábado, 30 de enero de 2010

Mirlitonnades - Héctor Ranea


El pájaro azul estaba parado en el respaldo del asiento de la plaza. Traté de sacarle una foto, pero hasta que no le ofrecí un poco de cerveza negra irlandesa, no se quedó quieto lo suficiente. Me hacía desenfocar la máquina con una mirada tan penetrante que crei que me quemaría. Pensé en su cabeza negra con plumas tan brillantes. El pájaro apenas se movía; sólo lo suficiente como para descontrolar mi foco. Tomé mi cerveza. No había maravilla alguna. Sólo un pájaro azul, pensé para mí. Le dejé mi tarro con cerveza. Tomó un poco, esperó a que le bajara del gaznate y posó para mí toda la tarde.

Todos somos Caín - José Luis Vasconcelos


El laureado escritor leía fragmentos de su nueva novela. El público disfrutaba, atrapado con la historia que trataba del plagio realizado por el hijo de un literato prestigiado a una reputada científica.
Todos sabían que la obra hundía sus raíces en la realidad y que el tema central había sido la nota principal de algunos diarios. "Todos somos Caín, por eso sonreímos cuando la sangre fluye", sentenció el autor.
El famoso escribidor estaba gozoso, pero antes de concluir su participación llegó su hijo, con pistola en mano, y disparó en repetidas ocasiones sobre el cuerpo de su progenitor.
Apenas unos minutos después de ocurrida la tragedia, apareció una historiadora que acusaba al descendiente del erudito por haberse apropiado de un cuento corto, en el que se detallaba cómo el vástago asesinaba a su ascendiente durante una conferencia.

Conferencia - Saturnino Rodríguez Riverón


El cuento estructura su cuerpo a partir de tres movimientos básicos:
El comienzo (o arranque); el final (o cierre); y la parte central o meollo (algunos teóricos la comparan con el pollo del arroz con pollo). El elemento fundamental del cuento es el comienzo, el intermedio y el final. Un cuento es un cuento, y sin cuento no hay cuento.

Dilación – Sergio Gaut vel Hartman


El jugador contempla el tablero desde el cenit; su mano vacila, a punto de cometer el fatal error. Entonces, incapaz de detener el movimiento iniciado, se finge ciego y, haciendo gala de una irritante torpeza, derriba la mayor parte de las piezas. Evita así ser derrotado, por supuesto, aunque esta nueva postergación del desenlace sólo sirve para acercarlo otro paso al peor de los infiernos: el abismo negro en el que habita un déspota caprichoso (yo) que juega a ser un dios y disfruta con el sufrimiento de su creatura.

martes, 26 de enero de 2010

Sólo un minuto - Jorge X. Antares


Salió del coche a comprar el periódico y dejó a la pequeña Tiara en el asiento de atrás, afianzada en la sillita de viaje y jugando con un gatito de peluche. Sólo sería un minuto. Cerró el coche y anduvo rápidamente hacia el quiosco de prensa.
Nada más cruzar la calle, notó cómo se le rompía el corazón y caía al suelo. La gente se arremolinó a su lado y sus últimos pensamientos fueron para su hija. Nadie sabía que estaba allí.

Foto: Gaviotas de Puerto Montt, Nanim Rekacz

Ausencias de reflejos - Rafael Vázquez Suárez


No vemos lo cotidiano del mismo modo, acostumbrados a las mismas imágenes un día tras otro, los ojos las asimilan al fondo borroso y familiar, de este modo pueden concentrarse en lo diferente, en lo que quizás nos hiere o nos salva.
En estos paseos de la mirada sobre las cosas conocidas, no es extraño asomarnos al espejo y sentir de pronto el vértigo de la ausencia ocupando el lugar exacto donde debería estar nuestro rostro.

Foto: Puerto Montt, Nanim Rekacz

Cuento que huele a sangre, que huele a polvora - Jordi Cebrián


Cuando las fieras cierran los ojos, en ese instante previo a abalanzarse sobre su presa, vislumbran un segundo su pasado furioso, su estirpe de luchas y colmillos y entonces todas las fieras son la misma fiera, en ese instante previo en que el tiempo se congela.
Cuando el cazador cierra los ojos, en ese instante exacto en que aprieta el gatillo, vislumbra su pasado furioso, su estirpe de lanzas y cañones y entonces el cazador es la caza misma, en ese instante previo que huele a pólvora y a miedo.
Luego es el silencio y la sangre todas las sangres.

Tomado de: http://cienpalabras.blogspot.com/

Las mil y una bodas - Martín Gardella


Mientras el centro comercial permanece abierto, un vestido blanco se exhibe inmóvil en el escaparate. Cada noche, apenas el sereno abandona la sala, comienza la fantástica escena de la boda, en la que la novia imaginaria contrae matrimonio con un muñeco elegante de la sección de hombres. Todo el mobiliario los observa, mientras bailan un mágico vals vienés entre los percheros. La fiesta continúa alegremente hasta el alba, en que vuelven la quietud, el desamor, la indiferencia. Antes que se enciendan las luces del salón, los recién casados acuerdan su divorcio, sólo por las dudas. Saben que así sufrirán menos por la ausencia, en caso que uno de ellos tuviera la desgracia de partir.

Tomado de http://livingsintiempo.blogspot.com/

Foto: El Frutillar, Nanim Rekacz

La señorita galaxia - Ruy Feben


Tentáculos peinados en una tiara que brilla como diamantes uranianos. Vestido rojo ceñido a las tres caderas que coronan su cintura ínfima, escote que anuncia sólo lo necesario de los seis senos que hasta parecen naturales. Labios carmesí y colmillos nacarados, sonrisa letal. Es hermosa. Toma con sus pezuñas las manos de sus contendientes humanas, que no guardan ni la remota esperanza de ganar.
- Y pensar que de humana se veía tan común… - se oye en las butacas.
- ¿Quién iba a decir que su operación de cambio de especie la volvería reina de los concursos de belleza?
El auditorio queda en silencio justo cuando el jurado anuncia el veredicto que ya todos conocen.

Tomado de: http://elclaxon.arts-history.mx/

Foto: Puerto Mont, Nanim Rekacz

Con mis propios ojos - Juan Armando Epple


Cuando el barman supo que ese hombre que pedía una copa era de Chile, pero llevaba largo tiempo en Madrid, le confidenció que el había vivido muchos año en Valparaíso, señalándole orgulloso un afiche clavado en la pared.. Luego agregó nostálgico:
—Lástima que el tiempo termina borrando los recuerdos.
—No siempre, amigo. Podemos ver el país más cerca cuando estamos lejos. Reconozco el sabor de este vino a ojos cerrados. Cuando llueve como hoy vuelvo a oler los grandes aguaceros del sur. En una escarcha matinal puedo palpar las nieves de nuestra Cordillera. Una vez pude escuchar en una playa de Galicia el oleaje salobre de Chiloé.
Ya ve, amigo. Se puede inventar un país con la memoria.
Luego tomó su bastón blanco y salió a la calle.

Tomado de http://www.letrasdechile.cl/

Foto: Puerto Montt, por Nanim Rekacz

domingo, 24 de enero de 2010

La metamorfosis - Saturnino Rodríguez Riverón


El bravucón de siempre en una taberna de Praga:
—Ven acá, chico, ¿tú eres hombre o cucaracha?
Y la respuesta, inusual en un tugurio como ese:
—Ambas cosas, incluso. Yo soy Gregorio Samsa.

Imagen: Out of the Darkness de Chris Carter

Albada (IX) - Víctor Lorenzo Cinca


Me despierto de golpe y me encuentro tendida en el suelo, desubicada. Un hombre, a mi lado, me mira con incredulidad y sorpresa, inspeccionando cada rincón de mi cuerpo. Los dos estamos desnudos. Antes de lanzarme un guiño y una sonrisa pícara, alza las manos al cielo en señal de agradecimiento, aunque las baja rápidamente para cubrirse una herida reciente debajo de la axila.


Tomado de Realidades para Lelos

Imagen: Fluid Dynamics de Chris Carter

Tristeza – Sergio Gaut vel Hartman


Olegario Funes era escritor y hombre triste por naturaleza. Un día, haciendo coincidir sus dos características, decidió participar en un concurso de cuento breve cuyo tema era la infelicidad. No alentaba el sueño de ganar, por supuesto, pero el asunto le venía como anillo al dedo. El texto no debía superar las cien palabras. Nuestro escritor se sentó ante el teclado de su computadora, y escribió:
“La tristeza es aquello que ya nunca podremos tener. Las mujeres que no amaremos, los libros que no leeremos, los atardeceres que no veremos, los viajes que no haremos, los adelantos científicos que no disfrutaremos. Siento el espanto seguro de estar mañana muerto, como dijo el poeta y me aseguro de haber capturado la mayor infelicidad: la nada, ese manto sin color, espera para abrazarme eternamente”.
Olegario ganó el concurso, recibió 30.000 dólares y con eso se compró un tratamiento para ser inmortal.

Imagen: The New Evolution de Chris Carter

No vuelve - Alejandro Bentivoglio


Cuando al muñeco se le acabaron las pilas pensamos que lo mejor era tirarlo, porque nadie tenía ganas de ir hasta el kiosko para comprar pilas nuevas y lo cierto es que ya no nos servía para nada.
Fue entonces que el muñeco se levantó, se puso un pequeño sombrero y se fue dando un portazo.
—Ya volverá —nos dijimos.
Pero ahora que es de noche, se nos ocurre que un tipo con orgullo sabe darse cuerda ahí donde jamás la tuvo.


tomado del blog: http://memoriasdeldakota.blogspot.com/

Imagen: When Heads Begin to Roll de Chris Carter

Insurgencia del minicuento - Saturnino Rodríguez Riverón


Este cuento terminó ayer. Si lo estás leyendo ahora, será que se rebeló y quiere perdurar en el tiempo. De pequeño se le notaba lo levantisco. Sin duda le dará por crecer. Quizá a la vuelta de unos años se haga un hombrecito.

Imagen: Integrated System de Chris Carter

Historias de carretera (4 ) - Jordi Cebrián


He pasado decenas de veces con el coche por esa curva, junto al desfiladero, conduciendo solo, recordando siempre la historia que cuentan sobre una chica que hace autostop por las noches y que acaba resultando ser el fantasma de una joven que se estrelló en esa curva. Pero a mí nunca me ha ocurrido. Siempre que recojo a alguna joven autoestopista, deseo secretamente que la leyenda sea verdad y ella esté muerta, pero nunca es así. Tras la trivial conversación, siempre he de ser yo quien le muestre mi auténtico rostro y lance otra vez el coche por el desfiladero.

Tomado de: http://cienpalabras.blogspot.com/

Abiso a navegantes - Jorge X. Antares


El hultimo maextro fue colgado y kemado alas puertas de la heskuela. Des de entonzes bibimos felizes sin la hamenaza de sus emseñanzas y sin penshamientos malos contra la fhe.

Indiscreción - Maria Fabiana Calderari


Dieciséis guerreros y cuatro caballos conspiraron contra el más puro amor. Desdichada ella se refugio en la torre, enmudeciendo de pena. Su amante inmóvil, hasta hacerse polvo. Los traidores victoriosos no fueron desenmascarados. Hacinados los otros, aguardan la ofensiva.

Tomado de: http://facalderari.blogspot.com/

miércoles, 20 de enero de 2010

Balance – Héctor Ranea & Sergio Gaut vel Hartman



El anciano, a punto de expirar, mandó llamar a sus familiares y les dijo:
—Me quedo más tranquilo... He reflexionado y llegué a la conclusión de que viví muchas vidas gracias a los libros leídos y que acumulé miles de potenciales vidas, que jamás viviré, gracias a los libros que no llegué a leer. Ahora puedo dejar todo eso de lado y valorar el pequeño logro que implica ser el protagonista de este microcuento por lo que resta de la eternidad.

Ilustración: Salvador Dalí "Las torres" (fragmento)

Albada (XI) - Víctor Lorenzo Cinca



Me despierto solo y ―como todas las mañanas― emprendo la desesperada búsqueda por el este, a primera hora, mientras media ciudad todavía duerme. Desde que oí hablar de ella, hace ya una eternidad, la persigo incansablemente, rastreando sus pasos, intuyendo su ruta, soñando con un encuentro que tarde o temprano ha de producirse. Pero aun así, cada día se repite la misma historia de amor frustrado, el mismo intento vano por conseguir acercarme a ella. Todos dicen que somos distintos, que nuestra relación es imposible, pero pese a todo, me niego a aceptar que jamás podré acariciar su cara, ni siquiera la oculta, con mis rosáceos dedos.

Ilustración: Frances MacDonald "Moonlit Garden" (fragmento)

Accidente en la vía - Alejandro Ramírez Giraldo


Lo único que se escuchó fue el estridente sonido de los frenos del carro. Luego los transeúntes gritaron: "Lo mató, lo mató." El conductor, flemático en exceso, sólo atinó a mirar el reloj y a murmurar: "Llegaré tarde."

Tomado del blog: http://cuentominicuento.blogspot.com/

Ilustración: Currier & Ives "Across the Continent" (fragmento)

Sobre el autor: Alejandro Ramírez Giraldo

Novicio insaciable - Héctor Ranea


El profesor de Teología dejó helado al novicio. Lo conminó a que guardara inmediatamente el gato de nueve colas que había sacado del pañol de instrumentos de tortura y lo instó para que nunca, pero nunca nunca usase un cilicio. El novicio estaba atormentado y no sabía si decirle que con el gato de nueve colas noche tras noche, embebiéndolo en ginebra, se daba latigazos en la lengua y que, poco tiempo atrás, había comprado un cilicio casi sin uso de otro novicio muerto, el cual tenía accesorios adecuados para curar esa fiebre genital que lo atormentaba.

Buenos días - Samanta Ortega



En veinte minutos se dio cuenta de los fallos de la presentación, la corrigió y terminó. Había trabajado en ella todo el día anterior. Hubo felicitaciones y palmaditas de hombro.
En esos mismos veinte minutos también habló, de manera impecable, con el jefe y le pidió el aumento de sueldo que se venía mereciendo desde hacía un año. También le alcanzó el tiempo para descubrir qué regalarle a su mujer en Navidad.
Feliz y más satisfecho que otras mañanas cerró el grifo de la ducha y se dispuso a arrancar el día lleno de optimismo.

Padre nuestro que estás en el cielo - José Leandro Urbina



Mientras el sargento interrogaba a su madre y su hermana, el capitán se llevó al niño, de una mano, a la otra pieza...
—¿Dónde está tu padre? —preguntó.
—Está en el cielo —susurró él.
—¿Cómo? ¿Ha muerto? —preguntó asombrado el capitán.
—No —dijo el niño—. Todas las noches baja del cielo a comer con nosotros. El capitán alzó la vista y descubrió la puertecilla que daba al entretecho.

Ilustración: Odilon Redon "La celda de oros" (fragmento)

Complicidades - Juan Armando Epple



Suelen encontrarse en la calle o en un parque y caminar un trecho juntos. Él dobla su bastón blanco plegable, porque le estorba, y le habla y le habla en voz alta, sin mirarla. La sordomuda despliega con elocuencia su lenguaje de signos.
No saben que a veces el amor es ciego. No saben que también puede ser sordo y mudo.

Tomado de http://www.letrasdechile.cl/

Ilustración: Toulouse-Lautrec "Aristide Bruant dans son cabaret" (fragmento)

lunes, 18 de enero de 2010

Una lección de etnografía – Aldo López & Sergio Gaut vel Hartman


Los tiempos cambian, y la televisión no fue siempre lo que es ahora. Hace algunos años, un cuarto de siglo, tal vez, presencié una escena que ha permanecido en mi memoria. Había ido a buscar a mi hijo a la casa de uno de sus amigos y cuando llegué, los niños estaban frente al aparato, entretenidos mirando dibujos animados. De pronto, entre dos cortos, apareció la publicidad de una película de ciencia ficción y el amigo de mi hijo, señalando la pantalla en la que había aparecido un ser extraterrestre, preguntó.
—¿Qué es eso, papi?
El hombre se atragantó con la intempestiva pregunta y atinó a responder.
—Son indios de Marte, hijo.

Abejas mortales – Héctor Ranea & Sergio Gaut vel Hartman


Nadie puede explicar cómo llegaron treinta mil abejas a Marte, Ludikij para los nativos, ni por qué las autoridades coloniales no tomaron cartas en el asunto, aunque más no fuera un mazo de cartas españolas ajadas por los años. Pero es indiscutible que las picaduras de los insectos terrestres produjeron un terrible wowokij en el hudekij del aximokij marciano, y que los aborígenes se extinguieron por completo después de este accidente. La consecuencia directa es que los plantadores de huferkij están desesperados y han peticionado a las autoridades coloniales que se importen hufesitas de Titán para poder levantar la cosecha. El peligro de que falte jubiloxina en los enclaves turísticos les está poniendo los pelos de punta a los calvos ejecutivos de Transolar, Cadena Cinturón, Starship, Futurland y Playspacestation.

Gran Hermano I – Daniel Frini


—¡¡Buenas noches, Uhujuuuuuu!! —sóno el alarido del animador desde el televisor de uyano líquido de zuruppu tch’algadas, colgado sobre la barra del boliche del beryeg’o García.
—¡Levantá el cerqumen, beryeg’o! —dijo Far’tchonio—, ¡no se escucha!
García, lo miró de soslayo, como reprimiendo un insulto y sin soltar el vaso que estaba limpiando, elevó el cerqumen con el xchtrol jrat’moto.
—¡¡Bienvenidos a otra emisión de Gran Cerque’ho!! ¡¡En su thchalemnesing’esima temporada!! ¡¡Transmitimos directamente desde el Planeta Uhudel, como lo venimos haciendo desde que lo habitaban los hrjramotraurios!! ¡¡Llame ya por su trajmonlf’lar y marque frottenu al´haja si quiere que eliminemos al uhudiano Obama o frottenu satto’ho si quiere que se vaya el uhudiano Bin Laden!!
—Qué lástima —dijo Far’tchonio—, estaba linda esta guerra.

Cada momento - María Fabiana Calderari


Estoy muriendo. Conocía  las consecuencias que acarrearía esta forma de vida.
Supe de la indiferencia y la hipocresía. La inocencia de los niños, el abrazo de los amantes, la solidaridad. La capacidad de sentir.
El ambiente es desfavorable para mis defensas y el agua lastima mis esporas. Pese a esto, cada momento vivido redime el sufrimiento.
Cada momento en la Tierra ha tornado válida la proeza del viaje. En mi planeta solo hay minerales y rocas.

Espejismos de Marte – José Vicente Ortuño


Creíamos que Marte estaba desierto y lo llenamos de cúpulas geodésicas presurizadas, carreteras, tuberías, depósitos de sustancias toxicas, chatarra y basura; mucha basura.
El primer signo de la existencia de los marcianos fueron los sabotajes. Tornillos que se aflojaban. Fusibles que se fundían. Escapes de fluidos vitales para las máquinas. Sólo travesuras, nada que dañase a ningún ser humano.
Luego fueron las visiones fugaces. Sombras entrevistas en los reflejos. Pálidos espejismos en el metal bruñido. Corrientes de aire gélido en la oscuridad.
Pronto descubrimos que, utilizando dos espejos colocados en cierto ángulo, podíamos ver a los marcianos y sus ciudades. Observamos su cultura y fuimos incapaces de comprender una sociedad tan fantástica, que a los orgullosos humanos nos hacía parecer pobres cavernícolas menesterosos.
Abandonamos el planeta rojo convencidos de nuestra necesidad de evolucionar y el propósito de parecernos algún día a los marcianos.

sábado, 16 de enero de 2010

Números - Antonio Jesús Cruz



Mientras tiraba una moneda en su mano, el vagabundo me miró profundo y dijo con voz ronca “La vida es una sucesión de cifras; un mero postulado acerca de los números”.
Desde aquella tarde, mido mi vida en años, meses, días y semanas; doy vueltas junto al minutero, busco cifras claves para resolver cualquier enigma, evalúo la cuantía del amor y el sentimiento, sumo, resto, multiplico y divido pero todavía no he podido encontrar el teorema que descifre el tránsito azaroso de los hombres por la vida, ese viaje del cero al infinito.

La tijera - Mónica Cazón


Cortó los géneros, las plantas, las hojas, los cables de mi tierra. Cortó las hilachas de tu ropa, las cartulinas del colegio, el flequillo de tu infancia, las figuritas de las revistas, las cartas, las boletas vencidas, el punteado de una nota.
Aguda, punzante y precisa, cortó también el aire de ese día, el día que cortaste el cordón, y me anunciaste que te marchabas a vivir solo.

Del libro Cejuelas, 2009



Imagen: Mujer en la ventana. Caspar David Friedrich.

Mapamundi - Ruy Feben


Justo ahora, John muere en un hospital de Sydney, decepcionado. Desde que supo de su enfermedad incurable, se propuso encontrar todas las fotografías en las que aparecía por error. Recuperar, decía, los fantasmas que se le habían escapado por descuido.
Parecía imposible, pero casi lo logra. Recuperó una en la que caminaba distraído en Boston; otra, en un safari cerca de Lagos; otra (la más difícil) que un mexicano había hecho en París.
John muere con todas las fotos menos una, tomada en Cairo por Akemi, una adolescente japonesa que justo ahora se pregunta en cuántas fotos ha salido por error, sin saber que mañana le será diagnosticada una enfermedad incurable.

Tomado de: http://elclaxon.arts-history.mx/

Un problema para cada solución - Javier Bonfigli & Sergio Gaut vel Hartman


Desde que empecé a gestionar catástrofes nunca había aparecido un tipo como ése. Plantó su cuerpo de oso ante mi escritorio y apoyó los dos puños sobre él.
—¿Qué se puede hacer con veinte mil películas en formato VHS? —escupió. Y antes de que yo le diera la respuesta obvia, él agregó—: siempre y cuando no sea metérmelas en el culo y que ello genere algún dinero. —Así que la respuesta obvia no servía. Pensé, conjeturé y especulé. Finalmente llegué a la mejor conclusión posible; se parecía bastante a la respuesta obvia.

—Tome esta tarjeta. Es de un amigo; tiene un circo. Si se mete cinco VHS por función, dos funciones diarias, ocho a la semana, cincuenta semanas por año (quince días de vacaciones) son dos mil. Puede trabajar de eso durante los próximos diez años. Mi amigo no es tacaño; le va a pagar espléndidamente.

Imagen: Daniel Rodríguez Rulli

martes, 12 de enero de 2010

Máscaras – Sergio Gaut vel Hartman


Cuando el hombre se sacó la tercera máscara la mujer bufó:
—¿Es la última? —dijo la mujer. La cuarta máscara del hombre expresó incredulidad y ella no supo si el gesto correspondía a un sentimiento o era una finta del ánimo—. ¿No lo sabe? Entonces avíseme cuando llegue a la última —completó la mujer.
El hombre se aferró la nariz con una mano y con la otra pinzó su labio inferior. Dio un tirón sin piedad y la piel del rostro se desprendió con un sonido líquido.
—¿Qué le parece? —preguntó.
La mujer, asqueada, contempló la masa de tejidos sanguinolentos que festoneaban los huesos y a duras penas reprimió una arcada.
—Es repugnante —dijo por fin.

domingo, 10 de enero de 2010

La tinta – Héctor Ranea


Me corría por la piel de los dedos, me salpicaba cuando goteaba; cuando escribía se borraban las palabras torpes, la caligrafía imperfecta y las gotas iban dibujando el perfil del sujeto de mis oraciones sin dejarme manchas en el guardapolvos. Comencé escribiendo oraciones simples para luego seguir con otras cada vez con más personajes y la tinta empezaba sus retratos proponiéndolos en armonía unos con otros.
Cuando terminé mi examen, la pluma de ganso voló para el Sur y la maestra, viéndome con varias carillas escritas pero que ni tinta ni pluma ni lapicero tenía, me desaprobó aun notando que la escritura estaba fresca. La risa de la pluma del ganso me taladra todavía los sueños de verano.

Un problema para cada solución 2 – Javier Bonfigli, Héctor Ranea & Sergio Gaut vel Hartman


El oso se fue dando otro portazo —iba a tener que ir al traumatólogo si seguía así— pero encontró una consultora de buen físico y mejores modales que le dio un buen consejo. La NASA podía utilizar los 20.000 VHS sin utilidad aparente en la misión Plutón XCI que estaba a punto de partir. Para su sorpresa, se los aceptaron, pagándole en tres cuotas una suma considerable, en dólares. Cuando la carga llegó a destino, los plutonianos, por propia iniciativa, se acercaron a los VHS sin la menor cautela y se los metieron uno a uno en el culo. Los siete cabezales del canal vespruciano operando en yunta con el digestor de colon imperscrutable, se las arreglaron para digerir todo, bodrios incluidos, viéndolos con calidad digital. Hay que aclarar que el sistema de visión de los plutonianos está junto al de ingesta para evitar sorpresas desagradables.

Fin de año – José Vicente Ortuño


Tenía todo listo: doce uvas en una mano, una copa de cava en la otra, un tanga rojo que me apretaba los huevos, un puñado de lentejas en el bolsillo, monedas en los zapatos que me atormentaban los juanetes…
Sonaron las doce campanadas. Deglutí las uvas como si me fuera la vida en ello. Bebí cava hasta el coma etílico. Olvidé las jodidas lentejas y, cuando me quité los zapatos, las malditas monedas rodaron debajo del sofá.
Al sonar la última campanada el universo se detuvo y comenzó a encogerse. La entropía y el tiempo se invirtieron. Vomité las uvas y el cava. Me calcé los zapatos con monedas en el interior, mientras las estúpidas lentejas continuaban en mi bolsillo y el tanga seguía apretándome los cojones. Pero lo que más me jodía era tener que vivir de nuevo, pero al revés.

viernes, 8 de enero de 2010

K Aníbal - Samanta Ortega



Nueva Guinea. Selva. Una familia espera paciente la llegada del padre. Hay sequía. Son quince y los únicos que quedan vivos en la comunidad. Están aislados y mueren de hambre. Hace cuatro días que no comen.
—Vamos a esperar a tu padre para cenar.
—Pero madre, si no tenemos nada. Hemos acabado con todo.
—Pues, por eso mismo, hijo.

La médium – Alejandro Ramírez Giraldo



Acudí a la médium porque me urgía saber si la abuela gozaba de tranquilidad y sosiego en el más allá. La médium se sentó en la mesa, encendió los velones y la invocó. Después de intentar infructuosamente durante casi dos horas, me dijo:

—Dice que ahora no puede hablar, que está viendo la novela de la tarde.

Tomado del blog. http://cuentominicuento.blogspot.com/

Sobre el autor: Alejandro Ramírez Giraldo

Divididos, las pelotas – Héctor Ranea & Sergio Gaut vel Hartman



Local, 24 de diciembre de 2012. En un choping de nuestra ciudad, ubicada en el sector más paquete del fast west bonaerense, se registró un ataque sincrónico de los indios wildes que vinieron desde la región sureña de auchan a empaquetar a los nuestros. Y si bien el ataque apenas registró un índice de 7 en la escala Hoz-Cavallo de espuricidad comercial, debe dejarse constancia que los paquetes arrojados a la cara de nuestra gente no estaban vacíos: contenían tuercas turcas de turmalina. Los tehuelches se defendieron con denuedo, pero tal como había ocurrido hace unos años, cuando se particionó el por entonces entero de Chascomús y el agua de la laguna se precipitó al abismo, nuestro entero también se quebró por obra y gracia del zapateo de la indiada, quedando nuestra región dividida en dos sectores: Tan y Dil, no necesariamente en ese orden. Las autoridades: enmudecidas.

miércoles, 6 de enero de 2010

Rascacielos - Ruy Feben


Se despidió de los otros científicos, cruzó el umbral, y apareció en un sitio salpicado de cardones solitarios. Según sus cálculos, había llegado a algún punto de inicios del siglo XXI, a tiempo para prevenir a la humanidad sobre la catástrofe.
En medio del desierto, halló un pueblo. Buscó al líder y le contó todo: los extraterrestres, el virus mortal, el meteorito devastador. El líder otomí, con huaraches y camisa de manta, lo vio sin comprender: “haremos lo que se pueda”, dijo, y se puso a buscar agua debajo de un maguey seco.
Volvió al umbral y anunció a los otros científicos: “el fin del mundo no tiene sentido para esta gente. Ellos no tienen rascacielos”.



Tomado de: http://elclaxon.arts-history.mx/

Para mirarte mejor – Juan Armando Epple


Aunque te aceche con las mismas ansias, rondando siempre tu esquina, hoy no podríamos reconocernos como antes. Tú ya no usas esa capita roja que causaba revuelos cuando pasabas por la feria del Parque Forestal, hojeando libros o admirando cuadros, y yo no me atrevo ni a sonreírte, con esta boca desdentada.

Macondo – José Vicente Ortuño


El viento se llevó a Macondo, pero no muy lejos, porque cayó a un barranco y quedó allí, amontonado. Un especulador construyó en su lugar una zona residencial con piscinas y campo de golf. El barranco donde yacían los restos de Macondo fue utilizado como vertedero, hasta que se llenó, tras lo cual el área resultante se utilizó para edificar un centro comercial con multicines. Durante la construcción del aparcamiento se encontraron los restos de Macondo. Un grupo de eminentes arqueólogos de una ilustre universidad, tras un concienzudo estudio que tuvo lugar mientras jugaban al póquer con el dueño del solar, dedujeron que carecían de valor y se utilizaron para rellenar un socavón abierto por las lluvias en la vía del tren de alta velocidad. Y Macondo siguió en el olvido.

lunes, 4 de enero de 2010

Maria Antonieta - Lilian Elphick


Ya no tendrán que comer pasteles, mis famélicos; aquí tienen mi cabeza. Pueden guardar la sucia peluca, si les parece, teñida de mi sangre azul. Mis ojos serán más sabrosos con una pizca de sal. El derecho tiene cataratas; el izquierdo, una pupila vengativa. Mi boca, que tantos manjares probó, seguirá gritando por mucho tiempo; no se asusten si vomita alguna lágrima de cristal o un diamante huérfano. La lengua la llevarán a la olla durante tres horas, hasta que esté blanda. Con nuez de Luis será exquisita. Les aconsejo mis trompas de Eustaquio. Verán que están recubiertas de un grueso cerumen; por este motivo no los oía. Cuando hayan vaciado los humores, ríanse. Finalmente, recomiendo el fromage de ma tête à l’ancienne.

Bon appétit!


Tomado de: http://lilielphick.wordpress.com/

Lorelei - Lilian Elphick


Los navegantes mienten al decir que los seduzco con cantos de sirena. Son ellos los que me embriagan con su muerte de agua dulce. La metamorfosis es rápida: mi cola de brillosas escamas deja paso a un par de miembros pálidos que no sé usar. Trato de incorporarme y caigo, rompiéndome la piel inútil, mientras el barco se aleja arrastrando el anzuelo incrustado en mi boca.

Tomado de : http://lilielphick.wordpress.com/

Albada (VII) - Víctor Lorenzo Cinca


Me despierta, entre las sábanas, el calor de un abrazo por la espalda, de los tuyos, y sin girarme me recreo sintiendo la ternura de tus brazos, tu mano acariciando mi vientre, tu respiración perdida en sueños... hasta que al fin recuerdo que hace ya más de un año que te marchaste y me dejaste solo en esta cama.


Tomado de Realidades para Lelos
Ilustración Susana Boettner, serie RASTROS.

Fin - Ildiko Valeria Nassr




Cuando los animales se dieron cuenta de su desnudez, conocieron la vergüenza. Ese sentimiento se les venía escabullendo desde la noche de los tiempos.
Tuvieron conciencia de su desnudez pero no sabían qué hacer al respecto. Su anatomía no les permitía confeccionar ropa, como a los humanos. Y la comunicación entre ellos –como se sabe- nunca ha sido muy buena.
El dilema que se les planteaba era inmenso. ¿Dónde conseguir ayuda?
Los animales se acurrucan en una pira gigantesca. No conocen aún el fuego.
Se extrañan ante la visión de esos colores nuevos, poderosos. El fuego les transmite la idea de poder y se maravillan. No saben que su final está llegando.

sábado, 2 de enero de 2010

Escuela marciana – Javier López


El profesor Xjbjzt deambulaba entre los pupitres de los alumnos de cuarto grado.
—Chicos, atiendan. ¿Han traído sus trabajos sobre cómo imaginan la vida en la Tierra? Comience usted, Wadiyh Urki.
—He escrito un cuento profesor.
—Ah bien, puede comenzar a leerlo.
El joven marciano se levantó y desplegó un par de antenitas de lo que se suponía que era su cabeza, una enorme protuberancia viscosa de color verde azulado. Las antenas proyectaron un holograma sobre su escritorio. Entonces comenzó a leer:
—El niño terrícola iba del colegio hacia su casa, mientras pensaba...
—¡No siga, basta! ¿Pensar, ha dicho? —gritó el maestro Xjbjzt encolerizado— ¿Quiere decirme de qué está hablando? ¿Cuántas veces se ha repetido en clase que, de las miles de expediciones que hemos hecho al planeta Tierra, jamás se han encontrado vestigios de vida inteligente? ¡Siéntese y escriba otra cosa!

Adios, planeta rojo - Jorge X. Antares


—¿Y si nos descubren?
—No lo creo. Tenemos la tecnología para hacerles creer que el planeta está deshabitado. Mira, podemos interceptar las comunicaciones de sus robots-sonda y cambiarlas. Nunca lo sospecharán.
—Pero con el tiempo, pronto, muy pronto, vendrán y entonces...
—¡Entonces nada, V'noosh! Ten fe en tu esposo. Para cuando lleguen a este planeta rojo, ya lo habremos abandonado.
—Eso espero. Nunca me ha gustado huir. Primero el Paraíso, luego la Tierra… Ahora Marte y luego… ¿Luego qué? ¿Saturno? ¿La Vía Láctea? ¿El Universo?
—Siento lo que está pasando. Todo es culpa mía. Tendría que haber sido fuerte y cortar por lo sano. Pero no puedo. Es superior a mis fuerzas. Prefiero huir antes que destruirles. Son como niños…
—Niños salvajes. Niños maleducados que merecen una reprimenda, Yebaah. ¿Por qué no lo has hecho?
—Porque cuando los creé, quería compañeros, no esclavos. Iguales a mí en su afán de ver las estrellas. Tienen que caer en sus propios errores para levantarse, aprender, y tal vez algún día,…
—Tal vez algún día, no tengamos que emigrar. Es triste huir de tus propios hijos.
—Sí, es muy triste…