viernes, 28 de junio de 2013

Rebotes – Sergio Gaut vel Hartman



En un universo que no es el nuestro, Napoleón Bonaparte se dedicó al ajedrez. Jugaba con frecuencia en el café La Regence donde llegó a vencer al gran Philidor. El corso se sentía el señor de todo lo creado y se preparaba para derrotar a Deschapelles cuando ocurrió el suceso que narraré a continuación.
—Soy Bester Kasparov —dijo un hombre corpulento saliendo con dificultad de una especie de cabina telefónica—. Vengo del futuro, de 2061, para poner orden en una situación que amenaza irse de madre.
Las piezas rodaron por el suelo, el desconcierto fue enorme.
—¿Qué se propone hacer, señor? —balbuceó Bonaparte.
—Usted ingresará a la escuela militar de Brienne-le-Château y no volverá a acercarse a un tablero de ajedrez. Gracias al efecto rebote mi tatarabuelo dejará de escribir ciencia ficción, se postulará como candidato a la presidencia de Rusia y vencerá a Vladimir Putin.

Acerca del autor:
Sergio Gaut vel Hartman

Landru y su guerra – Héctor Ranea


Landru caminaba con gesto grave y adusto por las calles de Gambais. Ya había entrado en acción el plan para que lo descubriera Belin, pero no se había dado cuenta de que el número de mujeres muertas no era primo.
—¡300! —murmuró—. ¿Cómo dejé que se me escapara la 301?
La Rue de Rochechouart estaba demasiado convulsionada esa mañana. Estaba seguro de que lo atraparían sin haber llegado al número primo. Trataría de convencer al fiscal de que sólo fueron once.
—Al menos once es primo —se dijo.

Acerca del autor:
Héctor Ranea

jueves, 27 de junio de 2013

Sínodo caliente, dieta polar – Héctor Ranea



—Oh, mon Dieu! —exclamó el Cardenal Biricchino, de la Congregación de las Sacras Zapatillas de San Silvestre—. ¿Deberé cambiarme de medias o ir a medias cambiadas?
—Disculpe al Cardenal, Mariscal Onofrío Sincalor —dijo la Baronesa Canottiera, encargada de la Enfermería—. Desde que llegó del Sínodo de Sinalefas quiere correr la Maratón griega. ¡Con este calor!
—Entiendo perfectamente. Los sínodos logran que los más sinceros obren sinsentido.
La Baronesa lo miró. Él mantenía sus ojos en otro Universo.
—Sintética, haceme el favor de traer un chaleco de fuerza. Otro que se clavó un ajenjo con salchichón de morsa. Estos del simposio sinodal podrían tener un nutricionista mediterráneo, no traído del Círculo Polar. ¡Mirá cómo los dejan, por favor!
—Míster Walrus prepara chacinados chévere —entró diciendo Sintética— pero no es para todos la bota de potro o el salame de morsa. ¡No, señor! Pardonnez moi... ¡señora!


Sobre el autor:
Héctor Ranea

Miedo a escribir – Jordi Cebrián


Tanto tiempo sin escribir. Tantas veces intentándolo. Tan extraño presentir que la imaginación tiene tuberías que pierden, que las imágenes llegan turbias y borrosas. Acaso está todo dicho, acaso no quedan cuentos por contar, la ficción y lo real fundidos ya en pantallas tridimensionales. Y también la vergüenza de saber que cada pequeña historia estaría mejor contada de otro modo, con otras proporciones. El miedo a salir ahí fuera con algo vulgar, que no mejore el silencio ni el monitor en blanco. Y ponerme a prueba, soñar a hombres perderse en ciudades extrañas, buscando verdades, sabiendo que morirán o matarán.

Sobre el autor:

sábado, 22 de junio de 2013

Pensativa - Raquel Sequeiro


Había una caja de música, una caja de música verde, con los bordes deslucidos y las tapas gastadas, era, no  obstante, mi caja favorita, en ella atesoraba cucarachas. No podía llevarla a ninguna parte debido a que dejaba de sonar y las cucarachas morían por falta de música, la música es pues una de mis pasiones frugales. Añoro los días en que esa caja de cuerda antigua era una caja para guardar cucarachas.
—Abuela, ¿cuándo se convirtió en una caja de estas? —Le da unas cuantas vueltas.
—Hace poco. ¿Conoces al relojero?
—Lo conozco. —Se quedó pensativa—. Es el relojero loco —dijo, frunciendo el ceño.
El relojero vive después de los humedales.
Cierto es que funciona raro y que la cuerda dura eternidades.
—¿Loco por qué?
—Porque le da sus tuercas a los relojes.

Acerca de la autora:
Raquel Sequeiro

Fauna nocturna - Mónica Ortelli



Nada plácidamente entre ballenas que meditan; los sonidos, como ronroneo de gato, son graves y cadenciosos. Pero, las vibraciones se tornan cada vez más disonantes, molestas. De pronto, espasmos sibilantes le lastiman los oídos porque ahora está en la sabana y un elefante barrita furioso. Huye despavorida, tropieza y cae junto a un cerdo que le gruñe ruidosamente al oído.
Se despierta, observa con fastidio a su marido que duerme boca arriba y le da un codazo.


Tomado del blog Ni vara ni cuchillo
Sobre la autora: Mónica Ortelli

jueves, 20 de junio de 2013

Agridulce - Luisa Hurtado González



Durante los últimos meses su relación no había funcionado demasiado bien, eso era cierto, pero que ella decidiese ponerle fin pegándole un tiro en el estómago le pareció exagerado.
Después, cuando ya estaba en el suelo, en medio de un creciente charco de sangre, ella le dio un beso en los labios, dulce y tierno, un beso como los de antes.

Tomado del blog Microrrelatos al por mayor

Sobre la autora: Luisa Hurtado González

Caín - Juan J. Catalano



Nunca me llevé bien con mi hermano Abel, lo único que nos unía era la pasión por los fierros; yo corría en autos y él en motos. Después de muchos años nos reencontramos corriendo en el rally Dakar, él con su moto yo con mi camioneta y créanme que no ví. Venía peleando un puesto, volé sobre la duna y caí sobre un motociclista que había caído al pie del arenal.

Sobre el autor: Juan J. Catalano

martes, 18 de junio de 2013

Puro cuento – Sergio Gaut vel Hartman


—Mambrú se fue a la guerra y no sé cuándo vendrá —dijo la farolera.
—Ya podrías dejar de esperar —bufó Lemmuel Gulliver, su eterno pretendiente. Pero la farolera, evitó el inminente abrazo y salió a la calle como loca. Salió tan atropelladamente que tropezó con un baldosón que estaba fuera de su sitio y cayó de bruces. En ese momento, cansado al cabo de un día entero de ardua faena, el coronel Cañones salió del cuartel y vio a la farolera despatarrada en el suelo.
—¿Querés ser mi novia? —dijo Cañones.
—Mambrú se fue a la guerra y no sé cuándo vendrá —dijo la farolera, que no tenía mucha facilidad de palabra.
—No volverá —mintió el coronel—; lo enviamos en una misión suicida al Kurdistán turco.
—Entonces sí —concedió la farolera.

Acerca del autor:
Sergio Gaut vel Hartman

Cuarenta ladrones - Óscar Román Alconada



Esperaba, impaciente, la llegada de un familiar en la sala de maternidad de un hospital. Sentada a mi lado, la reina doña Sofía, alimentaba a dos de sus cuarenta bebés. Al otro lado de doña Sofía, el padre putativo, el presidente del gobierno.
—¡Lleva cuarenta! ¡La leche que debe producir esta mujer! —exclamé preocupado al presidente.
—Las tetas de Sofía conservan el tamaño del primer día —afirmó orgulloso, pidiéndome con un gesto, que girara la cabeza.
Me giré, y cuarenta mamás tenían un sacaleches en sus pechos, mientras los hijos de éstas, lloraban hambrientos en sus cucos.


Tomado de Microrrelatos
Sobre el autor: Óscar Román Alconada

La nevada – Cristian Mitelman



Cuando se despertó (apenas habían pasado las seis) vio que nevaba sobre Buenos Aires.
A diferencia de lo que había imaginado años atrás, la gente no moría una vez que los copos se acercaban indefectiblemente a la piel. El diariero se frotó las manos y miró la tonalidad blanquecina del empedrado; un anciano tocó la alfombra helada con su bastón y dejó una marca.
Sin embargo, la nevada era mortal. Él lo sabía mejor que nadie.
Oesterheld salió a la pequeña calle de Vicente López. No se abrigó demasiado: la misma campera de todos los días, el pantalón de pana. En una semana empezaría abril. Pensó en sus hijas. Tosió.
Las casas todavía estaban a oscuras.

Acerca del autor:
Cristian Mitelman

viernes, 14 de junio de 2013

La lección - Jesús Ademir Morales Rojas


—¡El arpón Charles! ¡Ahora!
La pequeña barca de emergencia se estremecía ante la fuerza de la furiosa tormenta. La descomunal ballena pugnaba por hacerles naufragar de la misma manera con furiosos impactos de su cola.
—¡Vamos mozalbete! ¡el arpón!
Entonces Charles le pasó al capitán Ahab el arma deseada.
El anciano capitán obsesionado, pronto se arrojó a los lomos de enloquecida ballena.
Pronto se perdían en las olas sombrías, trenzados en su colosal batalla.
Impresionado por la intensidad de los sucesos, Charles perdió el sentido. Cuando despertó ya había sido rescatado por una inesperada nave. Ante las preguntas de la tripulación sobre lo acontecido, Charles no dijo nada. Pero nunca olvidaría aquella dolorosa lección de fuerza y supervivencia.
Y así, sin haberlo planeado, se vio conducido a las Islas Galápagos, el joven Charles Darwin.

Sobre el autor: Jesús Ademir Morales Rojas

Sonrisa extranjera - Alejandro Ramírez Giraldo



En la Plaza Botero, el rubio nórdico posa debajo de la escultura de bronce "Mujer con fruta". Sonríe a la espera del flash mientras el fotógrafo alquilado le hace un par de gestos políglotas. Recibe encantado la foto instantánea. Pero a pocos pasos de allí ve otro producto desconocido en su tierra y cree que adornará gratamente su álbum. Le pide al fotógrafo que lo siga y se arrodilla frente a un mendigo que se incorpora cuando el rubio le ofrece como señuelo un billete. Se abrazan y sonríen para la foto en dos idiomas y en dos realidades distintas.


Tomado del blog: http://www.minicuento.com/
Sobre el autor:  Alejandro Ramírez Giraldo

Crimen Legal - Héctor Luis Rivero López



Entramos al basurero y entre los escombros, tirado en un rústico colchón, lo encontramos acurrucado. Con sus ojos sonrientes y estrellados no paraba de darnos las gracias y nos decía que hay que ser positivos; y qué si no podía tener casa, ni pasear en un coche, ni hogar estable, ni podía tener hijos, ni casarse, ni formar una familia, ni dormir cómodo de noche, …ni mascar un "happy catch" de colores; pero a él eso ya no le importaba, y casi cantando, al soltarle la soga que lo apretaba, terminó diciéndonos lo bueno que sería al menos tener la pancita llena, no sentir dolor ni frío y de vez en cuando sentir alguna que otra cosquillita en la barriga…

Tomado del blog SIN TON CON SON

Acerca del autor:  Héctor Luis Rivero López

miércoles, 12 de junio de 2013

Encantadora - Luisa Hurtado González



Cuando miré, ella me sonreía serena.
Acabábamos de matar a su marido y ahora, con un gesto tranquilo, me indicaba que envolviese el cadáver aún caliente en la alfombra.
Lo llevamos al embarcadero y lo tiramos al agua. Juntos esperamos a que las piedras lo hundiesen lentamente y, cuando el bulto empezaba a desdibujarse, sentí que el agua me tiraba hacia él.
La miré de nuevo. Ahí estaba otra vez su sonrisa, esta vez acompañada de un encantador gesto infantil a modo de disculpa. Sorprendiéndome hasta el final, letal y encantadora.

Tomado del blog Microrrelatos al por mayor

Sobre la autora: Luisa Hurtado González

Bestiario - Juan J. Catalano



Algunos predican la libertad animal. En un extremo es una vida libérrima en las ciudades de animales vagabundos, tratando de darle algo de naturaleza a la ciudad inhumana.
Algo de eso hice sin darme cuenta, al poner el vaivén en la puerta en la terraza de mi casa liberando a mis gatas. Algo así entendieron ellas que, prefiriendo techo, comida y amor, siguieron durmiendo en los mismos sillones.

Sobre el autor: Juan J. Catalano

Despecho - Óscar Román Alconada



Volví con mi ex, compré el piso que me gustaba, dejé de trabajar en la empresa de tu padre y adopté un perrito. No me dolió tanto estar una semana sin saber de ti, como saber que aquella noche me abandonaste por un ataque de apendicitis.

Tomado de http://oscarroman.com
Sobre el autor: Óscar Román Alconada

lunes, 10 de junio de 2013

Clónica - Claudia Sánchez



Durante meses mantuvieron con vida artificial a su esposa, clonada de tercera generación, con la esperanza de identificar al gen que le provocaba vejez prematura. Fallaron una vez más.
Aún les quedaban dos vidas para descubrir que el origen del mal no era de genes, sino de gente: la que la rodeaba.

Sobre la autora: Claudia Sánchez

sábado, 8 de junio de 2013

Esquizofrenia - Alejandro Ramírez Giraldo



Llevo tres días insomne intentando leer un libro detestable. Estoy agotado y al límite de mis fuerzas. Creo que ya he leído algo del autor y parece que nos desempeñamos en áreas de conocimientos afines. Pero es un libro malogrado, de argumento banal y teóricamente pobre ¡Hay tanto estúpido escribiendo!

tomado del blog: http://minificciones.ning.com/
Sobre el autor: Alejandro Ramírez Giraldo

Multisex – Sergio Gaut vel Hartman



El sujeto, un biólogo por lo general muy poco respetado por sus colegas, quedó tan satisfecho con su desempeño sexual que pretendía figurar en el libro Guinness de los récords. Según él, la marca establecida en la primera noche de lujuria luego de permanecer encerrado en un laboratorio poniendo a punto un artefacto de su invención, no solo era la mejor de todos los tiempos en el mundo entero sino que significaba una ruptura drástica con cualquier evento análogo. Lo que queda por establecer es el valor del SIDE (sistema implantador de espermatozoides) y si efectivamente cada espermatozoide, individualmente considerado, puede ser tenido en cuenta como generador de un acto sexual. Las mujeres beneficiadas, aunque fueron muchas, opinaron, unánimemente, que no sintieron nada durante la operación, que el método usado era bastante estrafalario y que la pinza especial utilizada estaba muy fría.

Acerca del autor:
Sergio Gaut vel Hartman

jueves, 6 de junio de 2013

La constante del mar — Cristian Cano


El pescador caminó hasta la baranda de babor. Ya no era muy temprano y ese día pensaba pasársela comiendo. Se apoyó en la balaustrada y recordó con preocupación: le habían dicho que un pirata acostumbraba a rondar muy temprano, casi en madrugada. Metió la galleta en su delicioso café con chocolate y, frenético, recordó el hidropónico sabor de las comidas de su madre: <<Cuídate, hijo. Mirá que te quiero sano y salvo para que vengas a comer los domingos>>. Mañana iría a visitarla. Esperaba mitigar el desasosiego. Buscó a su hijo que levantaba las redes con mucho esfuerzo y le preguntó si estaba todo en orden. El chico se lo aseguró con un pulgar hacia arriba. El viejo hombre de mar le había ganado al miedo otra vez.

Sobre el autor: Cristian Cano

Música gitana – Héctor Ranea


—Si me caigo, no me levanto —dijo Nietzsche, con la voz cansada.
—¡Hombre, siga; si se cae se nos termina la música! —lancé yo mientras con el bajo acompañaba una intervención solista de un gitano con guitarra.
La música se iba alejando, alejando. Parecía no tener horizonte, como un águila cuando vuela.
—Estoy pendiente de un poema y colgado de una maravilla. A lo lejos, la música recuerda cómo he muerto y en recordarme muerto vivo, camino.
—Por eso, no recuerde, baile. ¡Baile!
—Todo es inútil; usted no lo ve. Yo sé cómo es ese horizonte. La música es el error que convierte al mundo en un error si no se hubiera inventado.
Se fue yendo la música de mis dedos como si no me perteneciera; el gitano me sonreía como si me viera; Nietzsche veía ya todo turbio.

Sobre el autor: Héctor Ranea

martes, 4 de junio de 2013

Contrabando – Héctor Ranea



—¡Te juro que vi vomitar a un perro!
—Los perros vomitan siempre ¿qué tiene de raro?
—Este tiró unos cuantos sacapuntas.
—¿Sacapuntas? ¿Y estaban los bibliotecarios?
—¿Cómo lo sabías? ¿Los viste vos mismo?
—Como si los hubiese parido.
—¿A los perros o a los bibliotecarios?
—Es que hoy por hoy no se consiguen sacapuntas en ningún lugar salvo las bibliotecas.
—¡Mentira! Yo estuve en una que no tenían ni los libros.
—A veces faltan los libros porque se los llevan a pasear con los perros. Los perros se tragan los sacapuntas y después del píloro se atragantan y los vomitan. Pasa que en esa operación se van bibliotecarios de todos los géneros.
—¡Cosa de Mandinga!
—Más o menos. Eso pasó en varias bibliotecas de mi barrio, que no es Mandinga ni nada. Somos sólo piratas. Eso.
—¿Qué contrabandean?
—Bibliotecarios, claro.
—Claro.

Acerca del autor:
Héctor Ranea

La insoportable gravedad - Ana Caliyuri


Yo puedo comprender la vulnerabilidad que me rodea. La fortaleza de mis locos pensamientos atravesando las barreras ignaras. Puedo hacerme eco del dolor de un grafiti, encerrado en una habitación a expensas del silencio de su dueño. Es más, puedo abrazarme a la complicidad de viejas filosofías, o lanzar el dardo de la duda que coronará el vacío de certezas. Sólo, me es difícil aceptar la insoportable gravedad de vivir en un siglo que se empeña en salir a la conquista del espacio para hacer lo mismo que hace en Tierra. Mientras tanto, escribo en la porfía de otros vientos.

Acerca de la autora: 
Ana Caliyuri

Desastres Tecnorgánicos - Virginia Cortés



A – Es todo muy interesante, pero si me disculpa usted, debo retirarme; la naturaleza llama…
B – Ah, claro. Desea usted ir al toilette, por supuesto.
A – De ninguna manera. No me llama a mí, lo está llamando a usted. Noto visiblemente un temblor en los pantalones de su traje. Los dejo solos.
B – Ah, ya veo. Le agradezco me lo mencione. He dejado mi vejiga en “modo silencioso” a fin de no interrumpir tan ameno momento.


Acerca de la autora:
Virginia Cortés

domingo, 2 de junio de 2013

Pinocho y Frankestein – Oscar Darío Velásquez Lugo



Se encontraron estas dos figuras clásicas en la discoteca 'Sky is It' en Amsterdam. Bebieron hasta quedar tumbados.
Pinocho recordó la indignación con su papá, Frankestein expresó que peor, que nunca tuvo amor.
Abrazados como parceros salieron del aposento. Se les oyó discutir en una lengua incomprensible.
Tambaleándose siguieron por las callecitas del Barrio Rojo de la ciudad.
Chuecos y desbaratados.
En la madrugada, una patrulla encontró a Pinocho despedazado, un martillo y un texto colgante de su pecho: Error científico... ¡Acá terminan tus lágrimas y el dolor!

Sobre el autor: Oscar Darío Velásquez Lugo

Hasta que la muerte los separe - Carlos Rodríguez Arévalo



Cuando ella decía que no, él decía que sí, tuvieron que esperar la situación correcta para no contradecirse; no por que uno convenciera al otro, si no por que uno ya no pudo hablar. Lo último que ella dijo a él fue: “no te vayas”. Curioso por qué al final de todo él si contradijo y se fue sin decir palabra alguna.

Sobre el autor: Carlos Rodríguz Arévalo

Pánico - Óscar Román Alconada



No le detuvo el cartel disuasorio de la entrada, ni las cámaras de seguridad, ni la alarma, ni la puerta blindada. Le detuvieron las cabezas disecadas que encontró colgadas de la pared del salón. En un ataque de pánico, se personó en la comisaría de ese mismo barrio para confesarlo todo. El ladrón más buscado, decora ya la celda del dueño de la morgue.

Tomado de http://oscarroman.com/
Sobre el autor: Oscar Román Alconada

Desastres Interpretativos - Virginia Cortés


A – Es todo muy interesante, pero si me disculpa usted, debo retirarme; la naturaleza llama…
B – Ah, claro. Desea usted ir al toilette, por supuesto.
A – Al toilette no, al trampolín de la piscina para saltar por segunda vez.
B – Pero no está usted desvestido para la ocasión…
A – Al contrario. Solo que la inmensa mayoría de la gente no comprende la expresión “traje de baño”.
B – Pero, ¿dijo usted "la naturaleza llama"?
A – Exacto. Hacen 42 grados Celsius... Estamos en pleno verano.
B – No es verano... Estamos en el horno...
A – Oh... ¿Al menos habemus papa?

Autora: Virginia Cortés