En un universo que no es el nuestro, Napoleón Bonaparte se dedicó al ajedrez. Jugaba con frecuencia en el café La Regence donde llegó a vencer al gran Philidor. El corso se sentía el señor de todo lo creado y se preparaba para derrotar a Deschapelles cuando ocurrió el suceso que narraré a continuación.
—Soy Bester Kasparov —dijo un hombre corpulento saliendo con dificultad de una especie de cabina telefónica—. Vengo del futuro, de 2061, para poner orden en una situación que amenaza irse de madre.
Las piezas rodaron por el suelo, el desconcierto fue enorme.
—¿Qué se propone hacer, señor? —balbuceó Bonaparte.
—Usted ingresará a la escuela militar de Brienne-le-Château y no volverá a acercarse a un tablero de ajedrez. Gracias al efecto rebote mi tatarabuelo dejará de escribir ciencia ficción, se postulará como candidato a la presidencia de Rusia y vencerá a Vladimir Putin.
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Sergio Gaut vel Hartman
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