—Oh, mon Dieu! —exclamó el Cardenal Biricchino, de la Congregación de las Sacras Zapatillas de San Silvestre—. ¿Deberé cambiarme de medias o ir a medias cambiadas?
—Disculpe al Cardenal, Mariscal Onofrío Sincalor —dijo la Baronesa Canottiera, encargada de la Enfermería—. Desde que llegó del Sínodo de Sinalefas quiere correr la Maratón griega. ¡Con este calor!
—Entiendo perfectamente. Los sínodos logran que los más sinceros obren sinsentido.
La Baronesa lo miró. Él mantenía sus ojos en otro Universo.
—Sintética, haceme el favor de traer un chaleco de fuerza. Otro que se clavó un ajenjo con salchichón de morsa. Estos del simposio sinodal podrían tener un nutricionista mediterráneo, no traído del Círculo Polar. ¡Mirá cómo los dejan, por favor!
—Míster Walrus prepara chacinados chévere —entró diciendo Sintética— pero no es para todos la bota de potro o el salame de morsa. ¡No, señor! Pardonnez moi... ¡señora!
Sobre el autor:
Héctor Ranea
No hay comentarios:
Publicar un comentario