miércoles, 30 de mayo de 2012
Informe tendencioso – Claudio G. del Castillo
No bien llegamos a Kandahar nos atacaron quince talibanes, a los que despachamos tras una hora de enfrentamiento. Al tomar la carretera que conducía al refugio del objetivo, caímos en una emboscada preparada por media treintena de esos asesinos. Y aunque nos costó un huevo eliminarlos, lo peor nos aguardaba en el mismísimo cubil de la fiera, custodiado por la quincuagésima parte de 750 miembros de Al-Qaeda. Sin embargo, también ellos fueron víctima de nuestras balas, a pesar de contar mi unidad con solo diez pares de marines.
Acerca del autor:
Claudio G. del Castillo
Suspenso en geografía - Anna Rossell Ibern
Sabían aún muy poco uno de otro. Él le había escrito que trabajaba como guía turístico en una importante agencia de viajes. “Soy de un castillo”, le había dicho ella con ufana seguridad en la voz, la primera vez ...que habían hablado por teléfono. “Pues yo de un palacio”, había replicado él siguiendo con aquel inesperado sentido del humor. No comprendía por qué le había insultado y le había colgado. Después de todo era ella quien había empezado con la broma. No volvió a tener noticias suyas hasta pasadas dos semanas cuando recibió un sobre sin remite, que contenía únicamente un detallado mapa de Aragón. Un castillo estaba señalado con un círculo rojo y cuatro signos de admiración que delataban un trazo enérgico y furibundo. Y encima venía recomendado como lugar de gran interés para el turismo: “Importante conjunto histórico-artístico y centro del románico”, rezaba la leyenda.
Acerca de la autora:
Strike - William E. Fleming
Cansada de tanto trabajar, decidió que no sería más un peón en la baja jerarquía de esa sociedad. Lanzó al suelo lo que estaba portando y con un grito de ira empezó a corear algunas frases rimadas. Pronto, muchas compañeras se unieron a su canto. Fue la primera de las epidemias de rebelión en los hormigueros cercanos.
Sobre el autor: William E. Fleming
lunes, 28 de mayo de 2012
El arte de la tortura - Víctor Lorenzo Cinca
Las escenas iniciales son de gran crudeza y el trato siempre inhumano. Los métodos, de lo más variopintos; existen incluso manuales y videos explicativos, muy didácticos. Nos atan, nos queman con sopletes, nos arrancan la piel a tiras, nos arrojan productos que irritan las zonas sensibles, nos clavan objetos punzantes, nos rocían con líquidos inflamables y nos prenden fuego, nos sumergen en agua hirviendo, nos meten en hornos... La tortura, en cualquier caso, acaba con la muerte.
Pese a todo, nadie denuncia estas prácticas y cada vez son más quienes lo consideran un arte. Desgraciadamente, los amantes de la gastronomía proliferan deprisa, sin nada que los detenga.
Tomado de Realidades para Lelos
Acerca del autor: Víctor Lorenzo Cinca
El valiente más cobarde del mundo - Daniel Diez Crespo
El valiente más cobarde del mundo tenía una corbata amarilla demasiado prieta y corta, una copa tiritando ya vacía sujeta por tres dedos y los cordones desatados para caer si hubiera tentación de huir. El cobarde más valiente del mundo tenía lágrimas y mocos hasta las rodillas, palabras ‘rompidas’ en su cabeza y frases sin verbo en el corazón. El cobarde más valiente del mundo no supo degollar de un mordisco el cuello del pollito cuando su plumaje amarillo caminó gracioso y descalzo ante sus ojos. Lo escondió en sus manos, diminuto, tembloroso, y besó su pico.
Tomado del blog El País de la Gominola
Sobre el autor: Daniel Diez Crespo
Premonición cumplida – Sergio Gaut vel Hartman
Cuando el inspector Gabardine inspeccionó la habitación advirtió que la
señora Plumetti, que yacía desparramada sobre la cama, había sido
tajeada de arriba abajo y que las manchas oscuras indicaban a las claras
que el agresor no ahorró saña a la hora de acabar con ella. Gabardine
sabía que el esposo de la señora Plumetti, el ingeniero Yacard, era un
sádico, y el final preanunciado de aquella relación no hacía más que
confirmar lo que él sostuviera cada vez que se producía un crimen en
Villa Retazo:
—¡Otro caso de violencia de género!
—¡Otro caso de violencia de género!
Sergio Gaut vel Hartman
Desde la barra del bar – Héctor Ranea
Los Mogotes, bar bastante de avería, tenía, eso sí, una excelente vista al cerro de Los Desbocados. En el bar convivían, como clientes permanentes, dos gatos, uno gris casi celeste, otro de ojos amarillos y un guacamayo de gran tono de voz, aunque con plumas descoloridas por el consumo de alcohol. Los Desbocados venía a ser un mogote, también, pero los del pueblo preferían distinguirlo porque de ahí llegaban, a intervalos irregulares, gentes sin boca ni otro orificio visible, que les aportaban buenos licores, excelentes almanaques y una serie de parafernalia con la cual podían trocar y transar con turistas. A cambio, Los Desbocados sólo pedían ser alimentados debidamente, lo cual no era sencillo ya que los alimentos debían serle untados por el cuerpo. Una inquietante práctica alimentaría, por cierto.
Acerca del autor:
Héctor Ranea
sábado, 26 de mayo de 2012
Plaga celestial - Carmen de la Rosa
En primavera una bandada de ángeles exterminadores anidó en los tejados del Vaticano. Armados con espadas de fuego, los ángeles combatían día y noche en feroces batallas aéreas, rociando de sangre, guano y plumas chamuscadas a los peregrinos que transitaban por la Plaza de San Pedro. De cuando en cuando de lanzaban en picado sobre un guardia suizo, lo abrían en canal y devoraban sus vísceras.
De nada sirvieron las púas de acero que se instalaron en las fachadas de los edificios, los ángeles las achicharraron con los rayos que emiten sus ojos azul cobalto. Cuando el Papa decidió, al fin, trasladarse a Castelgandolfo, bajó súbitamente la temperatura y cayó sobre Roma una tromba de agua. Los ángeles se guarecieron en sus nidos, inmóviles como gárgolas, y cuando escampó, fueron levantando el vuelo. Formados en escuadrón emigraron, gracias a Dios, a países más cálidos.
Acerca de la autora:
Carmen de la Rosa
Tribulaciones de una madre de familia - Patricia Nelli
—Anoche soñé con la mujer de tu padre —le dije—. Y que volaba en el cielorraso y me decía que te cuidaras la salud... y que yo iba a morir joven, como ella...
—Si la primera mujer de mi padre no hubiera muerto, yo no hubiera nacido... y además, vos no estás a tiempo de morir joven —me dijo mientras esquivaba un zapatillazo.
Acerca de la autora:
Patricia Nelli
Extraño en su Tierra - Cristian Cano
Se reunieron alrededor de la pirámide ancestral. Por un lado, los respiradores de nitrógeno que protestaban por no poder quitarse los trajes interdimensionales. A su manera, los que respiraban dióxido de carbono vieron alguna buena posibilidad de acomodarse mejor. Los que vivían del azufre directamente se retiraron a sus naves sin saludar a nadie. No obstante, la nota pintoresca de la reunión la dieron los más extraños y conflictivos, los que pataleaban por todo, los que disfrutaban, todavía, del abundante oxígeno.
Acerca del autor:
Cristian Cano
jueves, 24 de mayo de 2012
La prolongada extensión de la muerte – José Luis Velarde
Soy mi personaje desde el instante en que decidí plasmar mis circunstancias en un diario extendido más allá de los límites considerados normales por los escritores de la actualidad. Me otorga tranquilidad financiera la considerable fortuna heredada de mis padres. Diecisiete años me han conferido práctica en la escritura de mi autobiografía. Soy impresionista confeso y encauzo mi obra desde una perspectiva simbólica de connotaciones propias e irrepetibles.
Sustantivos, adjetivos y verbos enmarcan el transcurrir de mi tiempo más como fluir del pensamiento que como ejecución de acciones.
No entiendo los rechazos editoriales sufridos hasta hoy.
El último de ellos fue pronunciado con palabras punzantes por un infeliz editor de París, quien tras tomarse quince minutos para revisar mi novela de tres mil ochocientas veinticinco páginas sólo pudo exclamar con odio:
—¡Marcel Proust murió en 1922!
Acerca del autor:
José Luis Velarde
Guiso para dos - Diego Planisich
Apenas el otoño sacó de su bolsillo el primer frío supe que era el momento. Los dos aportaríamos de nuestras partes para que el chuparse los dedos sea algo más que una mera frase culinaria.
Cuando la cebolla estuvo rehogada y las demás verduras en su punto no hice más que seguir los pasos:
—Amor, ahora te toca a vos, vení, entrá, y no olvides dejarle saludos a mi corazón cuando pases junto a él.
Cenar en solitario tiene sus ventajas, aunque —de repente— se extrañe un poco.
Sobre el autor:
Diego Planisich
Boedo al sur - Gabriela Baby
Me voy a poner diez anillos, gordos, grandes, rebujados, retorcidos. De metal, madera, canutillos y piedritas. Y voy a salir por ahí con los anillos y sin ropa a deambular los bares del barrio de Boedo. Voy a empezar por el Café Margot. Le mostraré mis anillos a un poeta y luego le voy a morder el cuello y me voy a reír a cántaros. Y él me va a mirar con ojos de asombro y saldrá corriendo por Boedo al sur: pero yo lo voy a seguir jadeante y sin tregua, hasta el Riachuelo. Luego nos hundiremos juntos en el lodo, barro acuoso, agua cremosa marrón con la misma densidad del shampoo. Y el poeta será el hombre lodo, cubierto de chocolate. Yo lo voy a morder y lamer desde el cuello hasta la tripa y me voy a reír otra vez. Y me voy a sacar los anillos gordos rebujados de metal para que las caricias sean de crema. Y me voy a reír otra vez.
Acerca de la autora:
Gabriela Baby
El final de la escapada – Sergio Gaut vel Hartman
El extraterrestre leyó meticulosamente el artículo, dobló el diario y apuró el trago de vodka con jugo de manzana. Levantó la vista y le miró el culo a una turca que paseaba por la Piazza di Navona revoleando una cartera Migucci. Pero no logró mantener la atención sobre los bellos glúteos porque un directo a la mandíbula propinado por el mismísimo Fredric Brown lo arrojó contra el pavimento.
—¡Te he dicho una y mil veces que no salgas de mis libros sin permiso, mamarracho marciano!
—¡Perdón, amo! —gimió el alien—. No lo volveré a hacer. Pero… ¡es tan lindo…!
Acerca del autor:
Sergio Gaut vel Hartman
domingo, 20 de mayo de 2012
Peste - William E. Fleming
—Doctor, ¿me pondré bien? —preguntó insistente agarrando la camisa de un anciano con una mascarilla—. ¿Y mis hijas, se encuentran a salvo? —tosió supurando sangre entre los dientes. —Sí —le respondió compasivo el médico. No sabían a qué se enfrentaban, pero mientras miraba a los hombres de negro con máscaras picudas que lanzaban dos pequeños cuerpecitos a la pira, no pudo más que rezar porque todo aquello no fuera una plaga bíblica.
Acerca del autor: William E. Fleming
Clonación matutina – José Luis Velarde
Flash Gordon abre los ojos. Escucha el repiqueteo de los disparos. Ming lo persigue con un arma diabólica. Antes de ser herido apaga el reloj despertador.
Aún no despierta del todo. En el subconsciente desfilan los rostros de sus héroes. Se incorpora al encontrar la imagen de Rodolfo Valentino.
Silba un tango mientras se dirige al cuarto de baño. En el espejo se topa con Juan Pérez, Se siente tan mal que abre el frasco de pastillas somníferas y lo vacía en su boca.
Acerca del autor:
José Luis Velarde
Caín y Abel - Ana Caliyuri
—No comprendiste nada. Siempre te toman de idiota. En verdad ser credulón invita a hacerte creer cualquier idiotez. ¿Me querés explicar cuando fue que te convertiste en asesino, vos que no matás ni una mosca? ¿Cuando fue que declaraste públicamente ser el homicida?
—Yo no declaré nada —dijo Caín mirándose en el espejo.
—Y entonces, ¿por qué te condenaron?
—Ah, eso fue por un día de furia de mi hermano. Él es escritor.
Acerca de la autora. Ana Caliyuri
viernes, 18 de mayo de 2012
Nervios - Luisa Hurtado González
Era su primera cita. En unos cinco minutos él iría a recogerla a casa y ella aún no estaba preparada. Sonó el timbre, corrió a abrirle la puerta con los zapatos en la mano y le hizo pasar al salón. “Dame un momento”, dijo.
Justo cuando estaba desenchufando la plancha, él entró en la cocina con una mirada extraña. Solamente entonces ella fue consciente de su aspecto: un conjunto de encaje negro, unos zapatos de tacón y una blusa a medio abrochar y pensó: “Mira por donde he perdido el tiempo planchando esta falda.”
Tomado del blog Microrrelatos al por mayor
Acerca de la autora: Luisa Hurtado González
Génesis 11 bis - Víctor Lorenzo Cinca
Tras mucho caminar, hallaron la llanura en la tierra de Sinar y de inmediato empezaron a alzar una torre para llegar hasta Dios. A éste le hizo mucha gracia el proyecto y, aunque pensó en confundir y multiplicar sus lenguas, finalmente se decidió por dejarles continuar con su inútil trabajo. Ya se cansarían.
Acerca del autor: Víctor Lorenzo Cinca
Proposición aceptada - David Moreno
¿Por qué me mira así? Acaba de mover su caballo llevándose por delante uno de mis alfiles. ¡Qué perra!
Ahora es mi turno.
Voy a pensar bien si me conviene atacar con mi torre o ser más agresivo y lanzar a mi reina a por todas.
¡Ay! ¿Qué me pasa? Sus ojos me desconcentran y más aún el sensual movimiento de sus labios cuando se fuma un cigarrillo.
El tiempo corre. Y estoy bloqueado.
De repente y con disimulo, me acerca una servilleta de papel con una frase escrita:
“Dejémoslo en tablas y vayamos a la cama cariño”
Tomado de No Comments
Acerca del autor: David Moreno
Visita al médico - Alejandro Bentivoglio
El médico es un hombre circunspecto que me examina con calma y en silencio. Luego, me anuncia en voz grave toda clase de males de dudosa curación y me receta una docena de drogas de nombres de exégesis imposibles. Para despedirme, antes de la llegada del siguiente paciente, fuerza una sonrisa cadavérica. Quizás creyendo que no he notado la tierra que llena los bolsillos de sus inmaculado guardapolvo blanco.
Tomado del blog: http://memoriasdeldakota.blogspot.com.ar/
Sobre el autor: Alejandro Bentivoglio
miércoles, 16 de mayo de 2012
¿Acaso real? – Carlos Enrique Saldivar
El niño imaginó que el dinosaurio lo miraba. Era enorme, rosado y risueño.
El infante se durmió, pensando en el animal.
Cuando despertó, el dinosaurio aún estaba allí. «¡Es real, es real!», gritó el pequeño, pero nadie le creía. Es más, nadie parecía escucharle. Esto le preocupó.
De pronto, la gente que vivía en su casa se transformó en bestias, verdes y escamosas.
El chico se aterró ante lo que acontecía, gritó y lloró con todas sus fuerzas. Al quedar agotado, sintió que su ser se hacía esponjoso como la gelatina. No se explicaba qué ocurría.
El dinosaurio le miraba con fijeza.
En cuanto comenzó a diluirse el niño comprendió lo que pasaba: el reptil lo dejaba de lado y se aprestaba a idear un nuevo amigo imaginario.
Sobre el autor: Carlos Enrique Saldivar
Lima, febrero de 2009
El fin de la parodia - Alejandro Bentivoglio
Cuando me conformo ya no digo nada más y es muy probable que alguien termine colocándome en el interior de una caja y más tarde adornándome con un moño hasta contemplar luego la cara de decepción del homenajeado que retira todo el embalaje y me encuentra ahí, en el fondo del encierro, pequeño y resignado, sin ganas ya de comer ni un pedazo de torta o de apagar velas.
Tomado del blog: Memorias del Dakota
Sobre el autor: Alejandro Bentivoglio
Dignidad y justicia - David Moreno
Silencio en la sala; se palpa la tensión del asunto a tratar entre los asistentes.
Ochenta años de sufrimiento y de búsqueda, reclamando un dónde que no llega. Y justo ahora, al final de su camino, las fuerzas le flaquean. Será por las dudas y desconfianza hacia el sistema; será por su dolor.
Frente al tribunal y de su acallada boca, un hilo de voz, de pena infinita, agoniza.
Lo único que consigue liberar con fuerza es un montón de tierra procedente de las decenas de cunetas recorridas y no investigadas.
Lo único que consigue liberar con fuerza es un montón de tierra procedente de las decenas de cunetas recorridas y no investigadas.
lunes, 14 de mayo de 2012
Lector de huellas digitales – Héctor Ranea
Gracias al lector de huellas digitales de su computadora, el Sr. Gugliélmez descubrió que todos sus dedos de la mano izquierda eran iguales a los correspondientes de la otra.
Él sabía que esto era imposible, dado que había sido registrado varias veces, en diferentes policías provinciales, para obtener documentos en la era en que tales huellas se conservaban con tinta indeleble.
Con un poco de ayuda monetaria pudo acceder a esos archivos y comprobar que, efectivamente, sus dedos tenían todas las diferencias que tenían que tener, antes, pero que ahora tenían las huellas simetrizadas.
Completamente fuera de sí, se dirigió a la compañía de clonación, encaró a su gerente, primero con firmeza, luego, en su despacho, con franca y desenfrenada furia:
—¡Me prometieron que sería una copia idéntica y mire este bochorno! ¡Debí saber que clonarme tan barato tendría groseras consecuencias!
—¡Contrólese, yo también soy un clon!
Acerca del autor.
Héctor Ranea
Esto no es nada – Sergio Gaut vel Hartman
Suena Stormy Weather por Billie Holiday, pero él sabe que eso no es nada. Se levanta en el preciso momento en que la casa empieza a temblar, pero él sabe que eso no es nada. Toma de la biblioteca Huracán cósmico de J. G. Ballard y la mayoría de los libros, celosos, caen sobre su cabeza, pero él sabe que eso no es nada. Suena el teléfono; atiende.
—Esto no es nada, mamá.
Los gritos de la mujer, desesperada, emergen del aparato. —¿Cómo que no es nada? ¡El cielorraso se abre, estoy bañada en yeso! ¡Hay grietas por todas partes!
—No es nada, mamá, te lo repito. Se viene un nueve punto nueve en la escala de Richter. La Tierra se va a partir al medio como un melón podrido. Pero tengo una buena noticia: quedaremos del mismo lado.
Acerca del autor:
Sergio Gaut vel Hartman
Discusión extrema - David Moreno
El murmullo del viento y el estruendo de los truenos se intensifican con rapidez. La fuerza del oleaje provoca que la embarcación comience a inclinarse como un barco de papel a la deriva. De repente, me invade un miedo atroz a naufragar en esta noche agitada. La tormenta se hace tan intensa que apenas puedo ya mantener el equilibrio. No me queda otra opción. Desesperado y derrotado, me precipito por la borda. Desde el fondo, alzo la vista y compruebo cómo mi mujer zarandea las sábanas mientras sigue gritándome enfurecida que vuelva a la cama. No me atrevo aún.
Tomado de microSeñales de Humo
Acerca del autor: David Moreno
sábado, 12 de mayo de 2012
Un hombre sencillo - Alejandro Bentivoglio
Mis pretensiones son sencillas y las llevo conmigo sin importar dónde vaya. Cuando estoy en la playa las dejo asoleándose un poco. Incluso en el hotel muchos comentan sobre ellas. Yo me siento orgulloso. Son pequeñas, pero ya saben valerse por sí mismas. Cuando crezcan, quizás no sepa qué hacer con ellas, pero por el momento caben en una valija o en una mesa de luz.
Tomado del blog: Memorias del Dakota
Sobre el autor: Alejandro Bentivoglio
jueves, 10 de mayo de 2012
Abducción o muerte - Ana Caliyuri
Abducir, me van a abducir, pensé mirando de frente a una potente luz que encandilaba. Después de todo vendrán por mí porque se han enterado de mis luchas para diferenciarme. Provengo de una familia numerosa. Me han retratado y he estado en portadas de revistas de casi todo el mundo. Sé que me vienen a abducir porque es a mí quien ahora la luz dirigen. Tal vez querrán estudiarme. Parece de día y esa cosa redonda que no deja de iluminarme, y los ladridos y las corridas de esos perros que parecen acecharme. Sólo escuché el sonido seco del percutor y luego el aire se quebró en cientos de miles de silbidos a la nada. Agaché mis orejas, me mimeticé tras una manga de plástico color blanca. Soy una bella conejita digna de ser abducida, se ve que estos imbéciles nuevamente me han confundido con una liebre serrana.
Acerca de la autora:
Ana María Caliyuri
Contratiempo – José Luis Velarde
Los navegantes de la Galaxia de Barnard, arribaron a la Tierra catorce mil años atrás. Miraron las diferentes especies empeñadas en sobrevivir y decidieron alejarse por un tiempo. No deseaban interferir en el desarrollo de la vida en un planeta lleno de condiciones inmejorables.
No hace mucho volvieron.
Al revisar los registros depositados alrededor del planeta encontraron una posibilidad de prolongar la existencia de aquel sistema un tanto maltrecho.
martes, 8 de mayo de 2012
Accidente cerebral - Albin Lainez
Cuando abrió los ojos estaba en un sanatorio. Manos y pies sujetos a la baranda de la litera por fuertes correas de cuero. Los médicos, que lo observaban en círculo, hablaban entre sí con un idioma incomprensible. Intentó pedir agua, forzando su garganta devastada por sed y silencios.
Alarmado, se oyó croar.
Acerca del autor: Albin Lainez
domingo, 6 de mayo de 2012
Minic(r)uentos con inventos tristes: Un robot mata a puñaladas a un maniquí – Rubén Vedovaldi
El tribunal de muñecos y maniquíes lo condena a estudiar cirugía para reparar ad honorem a humanos pobres. El cirujano robot llega a ser tan eficiente en su práctica que obtiene el Premio Nobel de Medicina. Con el dinero del premio, el robot funda una Gran Fábrica de hijas e hijos de maniquíes. Los hijos e hijas de maniquíes se multiplican y para ganar espacio vital, salen a exterminar seres humanos. En pocos meses ya no hay en el mundo tribunal humano, de muñecos o robots que se atreva a arrestarlos y llevarlos a juicio.
Acerca del autor:
Rubén Vedovaldi
El espectáculo más grandioso del mundo – Sergio Gaut vel Hartman
Decidió no volver a ir al circo: debajo del maquillaje de cada payaso adivinaba a un asesino, un prófugo de la justicia que se ocultaba con eficacia, como en esa película de los cincuentas en la que James Stewart interpretaba a Buttons. Pero le gustaba demasiado el espectáculo y, por otra parte, era un ferviente defensor de la justicia. Así que resolvió el problema yendo al circo disfrazado de policía, calculando que al salir a escena los payasos asesinos huirían despavoridos, seguros de haber sido descubiertos. Por su parte él, compenetrado de su rol, los esperaba en el descampado contiguo a la carpa, los apresaba y los entregaba para que fueran juzgados. Su carrera terminó abruptamente cuando William Church, un payaso asesino serial de policías, que se ocultaba entre el público disfrazado de espectador, no supo interpretar que el suyo era solo un burdo disfraz.
Quizás sea un circo - Xavier Blanco
Estás solo. La carpa es cóncava, tejida con crines amarillas sobre la piel de animales muertos. Observas la pista tapizada de espejos rotos. Cantan las lechuzas, los leones vomitan sangre y se avistan chacales aullando en la lejanía. Diluvian lágrimas de sal.
Tiemblas. Tranquilo, es normal que te preguntes si es un Circo. Una fogata de congojas arde en la pista. La grada oscurece. La única luz que retienen tus pupilas es la producida por el reflejo de tus ojos en esa pira. Silencio. No auscultas más sonido que el aleteo descompasado de miles de mariposas negras cercando la sospecha.
Los sueños se balancean en el trapecio y las pesadillas oscilan por el alambre. ¿Es un Circo? Mientras te interrogas, los caballos rugen, los osos reptan, los tigres braman. Una jauría de gatos brunos cruza la noche. Intentas huir pero tus pies trémulos caminan lastrados pisando grillos. El miedo te araña. El espacio se inunda, flotan peces globo y precipitan relojes de arena.
Miras a tu alrededor. No sabes donde estás, lo presientes pero te cuesta creer que el infierno sea así.
No llores, intenta serenarte. Algunas veces la realidad es voluble: puede que sea un Circo.
Tomado del blog Caleidoscopio
viernes, 4 de mayo de 2012
Juanito y yo de rodeo - Ana Caliyuri
Me despertó a la noche entre telarañas y oscuros ronquidos. Se lanzó al ruedo como si estuviese nuevamente en la plaza de toros. Yo lo seguí, a regañadientes y somnolienta, pero lo seguí. No nos podemos explayar mucho, le dije con evidente tono malhumorado. Escucha claramente, clara… mente; este desafío se emparienta con mi domicilio! No me hagas quedar mal! ¡Per favore! Ya sabes Juani, mi memoria no es buena. Tú te lanzas, yo me lanzo, nos lanzamos. ¿Adónde? Me lo dirás tú. Yo sólo soy tu partenaire. ¿Así se escribe partenaire? ¿O será partener? Digamos mejor que soy tu compañera. Corremos riesgos. Estamos al borde de algo grande, grande pero limitado. Cuestión de justeza. ¿Soy clara?. Se escuchan aplausos. Eres popular aquí, es la plaza más mentada. Recuerda Juani: one, quattro, nove. ¡Detente!Aquí vivo: Paz ciento cuarenta y nueve. ¿Contaste bien las palabras Juani? ¡Son sólo ciento cuarenta y nueve!
La autora: Ana María Caliyuri
La autora: Ana María Caliyuri
Nunca es tarde - Sergio Gaut vel Hartman
Para Mónica y Sabrina
Las dos ancianas, una con cara de rata, la otra con cara de sapo, entraron a la sucursal Flores del Banco Internacional arrastrando las zapatillas de paño, dando lástima y sosteniéndose mutuamente. Casi de inmediato, dos caballeros y una dama saltaron de sus butacas y se las ofrecieron para que las mujeres no tuvieran que esperar de pie a ser atendidas. Pero ellas hicieron gestos de “no es necesario” y sacando sendas Uzi de sus bolsos dieron por iniciado el asalto.
Acerca del autor: Sergio Gaut vel Hartman
El tiempo no perdona - Fernando Puga
Ese espejo le resultaba muy útil. Absorbía todo lo inservible, ya sea por deterioro o por desuso. Que un vestido viejo ocupaba espacio en el placard, pues bien: lo colocaba frente al espejo e inmediatamente desaparecía detrás de esa superficie enigmática. Que el amante de turno dejaba de cumplir con las expectativas, no hay problema: sólo basta sugerirle que se plante frente al espejo, él se encargará de borrarlo del mapa.
Hace ya tiempo que se deshizo de mí. Desde entonces la espero de este lado y planeo mi venganza. No ha de faltar mucho para que empiece a perder sus encantos.
Acerca del autor: Fernando Puga
Comentario hecho al borde de un puente poco frecuentado - Alejandro Bentivoglio
El suicidio es una de las formas de cortesía que más debería inculcarse desde la niñez. Famoso es el caso de un verdadero caballero amigo mío que apenas ser presentado a los invitados de una fiesta organizada en un décimo piso, saltó por la ventana para no importunar a nadie con su presencia. Hoy en día, en cambio, la gente prefiere la grosería de permanecer viva y entre nosotros.
Tomado del blog: Memorias del Dakota
Sobre el autor: Alejandro Bentivoglio
La paradoja de Narciso - Tanya Tynjälä
Se encontraba bella, bellísima. Muchos pensaron que era solo un decir su famosa frase —repetida hasta el cansancio—: “Si me cruzara conmigo por la calle, me enamoraría al instante”. Y fue por culpa de ese exacerbado ego que no recordó el famoso efecto Blinovitch (también conocido como la paradoja de Narciso) mientras cumplía una importante misión de reorganización temporal para la agencia en donde trabajaba.
De nada valieron los gestos de advertencia de sus compañeros de viaje. Segundos después de juntar sus labios, ella y su imagen del pasado (tres años más joven, tres años más bella) se convirtieron en polvo del tiempo.
—Qué falta de profesionalismo —comentó alguien.
Acerca de la autora: Tanya Tynjälä
miércoles, 2 de mayo de 2012
Trabalenguas - Fernando Puga
El joven compositor descompuesto, pero sin perder la compostura, salió del concierto con cierto desconcierto. Fue directo al camarín del recto director.
—Aunque digan que usted es un genio, yo no congenio con ese arreglo falto de ingenio— le dijo de un tirón.
—No es lo que tú crees —contestó sonriente el divo—. La próxima vez no pondré la partitura del revés.
Acerca del autor: Fernando Puga
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