Gracias al lector de huellas digitales de su computadora, el Sr. Gugliélmez descubrió que todos sus dedos de la mano izquierda eran iguales a los correspondientes de la otra.
Él sabía que esto era imposible, dado que había sido registrado varias veces, en diferentes policías provinciales, para obtener documentos en la era en que tales huellas se conservaban con tinta indeleble.
Con un poco de ayuda monetaria pudo acceder a esos archivos y comprobar que, efectivamente, sus dedos tenían todas las diferencias que tenían que tener, antes, pero que ahora tenían las huellas simetrizadas.
Completamente fuera de sí, se dirigió a la compañía de clonación, encaró a su gerente, primero con firmeza, luego, en su despacho, con franca y desenfrenada furia:
—¡Me prometieron que sería una copia idéntica y mire este bochorno! ¡Debí saber que clonarme tan barato tendría groseras consecuencias!
—¡Contrólese, yo también soy un clon!
Acerca del autor.
Héctor Ranea
3 comentarios:
Muy bueno. Lo barato sale caro aun en las clonaciones. El final me hizo acordar a Las Ruinas Circulares.
Saludos van!
¿y los niños? ¿es que nadie va a pensar en los niños?
Lo barato sale caro y después a llorar al arroyo... es cierto. ¿Que si estamos clonando algún niño? Que yo sepa... lo que sí sé es que corregiránse los errores de las huellas digitales. No cuesta mucho...
Publicar un comentario