—Doctor, ¿me pondré bien? —preguntó insistente agarrando la camisa de un anciano con una mascarilla—. ¿Y mis hijas, se encuentran a salvo? —tosió supurando sangre entre los dientes. —Sí —le respondió compasivo el médico. No sabían a qué se enfrentaban, pero mientras miraba a los hombres de negro con máscaras picudas que lanzaban dos pequeños cuerpecitos a la pira, no pudo más que rezar porque todo aquello no fuera una plaga bíblica.
Acerca del autor: William E. Fleming
2 comentarios:
Fuerte y conciso, me gustó.
Un abrazo.
Mirada de flash al horror que puede causar el humano a su propia especie. ¿De qué nos sirve lo pensante?
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