Sabían aún muy poco uno de otro. Él le había escrito que trabajaba como guía turístico en una importante agencia de viajes. “Soy de un castillo”, le había dicho ella con ufana seguridad en la voz, la primera vez ...que habían hablado por teléfono. “Pues yo de un palacio”, había replicado él siguiendo con aquel inesperado sentido del humor. No comprendía por qué le había insultado y le había colgado. Después de todo era ella quien había empezado con la broma. No volvió a tener noticias suyas hasta pasadas dos semanas cuando recibió un sobre sin remite, que contenía únicamente un detallado mapa de Aragón. Un castillo estaba señalado con un círculo rojo y cuatro signos de admiración que delataban un trazo enérgico y furibundo. Y encima venía recomendado como lugar de gran interés para el turismo: “Importante conjunto histórico-artístico y centro del románico”, rezaba la leyenda.
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