lunes, 28 de mayo de 2012

Desde la barra del bar – Héctor Ranea


Los Mogotes, bar bastante de avería, tenía, eso sí, una excelente vista al cerro de Los Desbocados. En el bar convivían, como clientes permanentes, dos gatos, uno gris casi celeste, otro de ojos amarillos y un guacamayo de gran tono de voz, aunque con plumas descoloridas por el consumo de alcohol. Los Desbocados venía a ser un mogote, también, pero los del pueblo preferían distinguirlo porque de ahí llegaban, a intervalos irregulares, gentes sin boca ni otro orificio visible, que les aportaban buenos licores, excelentes almanaques y una serie de parafernalia con la cual podían trocar y transar con turistas. A cambio, Los Desbocados sólo pedían ser alimentados debidamente, lo cual no era sencillo ya que los alimentos debían serle untados por el cuerpo. Una inquietante práctica alimentaría, por cierto.

Acerca del autor:
Héctor Ranea

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