—Este ogro se traga cualquier cosa —dijo la rata—. Ni siquiera me masticó.
—Es verdad lo que usted expresa —dijo un trozo de escoria ensartado en la punta de una espina de esturión—. Estoy aquí desde hace meses, no avanzo ni retrocedo, me limito a pudrirme.
—Pero yo la saqué barata —siguió el roedor, nadando en la corriente de jugos gástricos— y hasta es posible que logre sobrevivir.
—Si se deja llevar sin ofrecer resistencia y, por sobre todas las cosas, si no abre los ojos y contiene la respiración cuando se produzcan las miasmas…
—Lo voy a intentar, señor…
—Puede llamarme Podredumbre… —Iba a seguir, pero el ogro se tragó una pinta de cerveza negra como tinta china y el líquido arrastró a la rata lejos de la vista de la carroña—. No hay caso; así no puedo hacer amigos.
—Pero yo la saqué barata —siguió el roedor, nadando en la corriente de jugos gástricos— y hasta es posible que logre sobrevivir.
—Si se deja llevar sin ofrecer resistencia y, por sobre todas las cosas, si no abre los ojos y contiene la respiración cuando se produzcan las miasmas…
—Lo voy a intentar, señor…
—Puede llamarme Podredumbre… —Iba a seguir, pero el ogro se tragó una pinta de cerveza negra como tinta china y el líquido arrastró a la rata lejos de la vista de la carroña—. No hay caso; así no puedo hacer amigos.