Apenas el otoño sacó de su bolsillo el primer frío supe que era el momento. Los dos aportaríamos de nuestras partes para que el chuparse los dedos sea algo más que una mera frase culinaria.
Cuando la cebolla estuvo rehogada y las demás verduras en su punto no hice más que seguir los pasos:
—Amor, ahora te toca a vos, vení, entrá, y no olvides dejarle saludos a mi corazón cuando pases junto a él.
Cenar en solitario tiene sus ventajas, aunque
—de repente
— se extrañe un poco.
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Diego Planisich
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