Decidió no volver a ir al circo: debajo del maquillaje de cada payaso adivinaba a un asesino, un prófugo de la justicia que se ocultaba con eficacia, como en esa película de los cincuentas en la que James Stewart interpretaba a Buttons. Pero le gustaba demasiado el espectáculo y, por otra parte, era un ferviente defensor de la justicia. Así que resolvió el problema yendo al circo disfrazado de policía, calculando que al salir a escena los payasos asesinos huirían despavoridos, seguros de haber sido descubiertos. Por su parte él, compenetrado de su rol, los esperaba en el descampado contiguo a la carpa, los apresaba y los entregaba para que fueran juzgados. Su carrera terminó abruptamente cuando William Church, un payaso asesino serial de policías, que se ocultaba entre el público disfrazado de espectador, no supo interpretar que el suyo era solo un burdo disfraz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario