Durante meses mantuvieron con vida artificial a su esposa, clonada de tercera generación, con la esperanza de identificar al gen que le provocaba vejez prematura. Fallaron una vez más.
Aún les quedaban dos vidas para descubrir que el origen del mal no era de genes, sino de gente: la que la rodeaba.
Sobre la autora: Claudia Sánchez
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