A primera vista el honor puede revelar una buena apariencia, aunque el aspecto provenga más de las opiniones conseguidas desde el inicio de los tiempos que de situación reciente. Basta referirse al honor para conseguir respeto. Pareciera establecido en un artículo constitucional.
Visto desde otras perspectivas podría exhibir un perfil ganchudo y feos promontorios de iniquidad, porque no siempre el honor es quien dice ser. Hubo honores establecidos sobre acciones terribles. Honores que reverenciaron poderes malvados tras batir al verdadero honor tantas veces depuesto por émulos de abolengo rastrero. El honor puede surgir de una paciente instalación. Un fantasma servil de apariencia conmovedora y farsa irremediable. Un engaño exquisito donde se confundan los matices auténticos que un día inspiraron respeto a quienes fueron capaces de enarbolarlo sin engaños.
El verdadero honor advierte que muchos prefieren sustitutos de tintes luminosos y excéntrica movilidad.
El verdadero honor permanece en la sombra.
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José Luis Velarde
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