Sabes que no debes molestarla, que es mejor cantarle nanas. Aún así, de tanto en tanto una pulsión aparece y aunque lo intentas no logras contenerte. En esas ocasiones, en vez de decir: "Hola, ¿qué tal? ¿Así que eres mi Medusa?", te convences de que alguien usurpó tu cabeza y que lo oscuro y tenebroso que has plasmado no te pertenece.
—¿Ahí es donde aparezco yo?
—Exactamente, personaje. Exactamente.
Tomado del blog
Ni vara ni cuchillo
Sobre la autora:
Mónica Ortelli
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