—¿Usted sabe por qué el ser humano siete mil millones nacido en el planeta Tierra vio la luz en Filipinas, el seis mil millones también y el ocho mil millones los imitará?
—No. ¿Usted lo sabe?
—Claro que lo sé. En Filipinas los niños no son paridos por mujeres.
—¡No me diga! ¿Y quién los pare?
—Los paren los hombres, quienes los portan por tiempo indefinido en el escroto. Cuando una pareja desea tener un hijo, el hombre eyacula al pequeño renacuajo, que por entonces no mide mucho más de un centímetro y lo coloca dentro de un repollo, de donde sale completamente formado nueve meses después. Por ese motivo afirmo que los filipinos son el termostato del mundo.
—¿Usted me está tomando para el churrete?
—¡Por supuesto! Pero póngase contento: si no lo hubiera hecho, este cuento no existiría.
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