jueves, 7 de mayo de 2009

Proyecto erróneo- Cristian Mitelman


Conozco a un hombre que se suicidó para causarle remordimientos a una mujer de modo que ésta, tarde o temprano, lo siguiera por los caminos de la eternidad.
Entiendo que el método no funcionó. Un par de meses después la mujer se casó con un próspero comerciante y tuvo dos hijos. Con el tiempo se divorció y volvió a casarse. Ahora dirige un colegio privado de la zona sur.
Un día, al pasar, le hablé del muerto. Lo recordaba —es cierto— tal como se recuerda un expediente, una boleta impaga o las gotas que de noche hay que poner en el oído del perro.