El domingo a primera hora sale a comprar el periódico en el quiosco de la esquina. Lo paga y empieza a ojear la primera plana cuando se le cae de las manos y se abre casualmente en la sección de Obituarios. Allí hay uno dedicado a él, con su nombre. Lo paga su segunda esposa. Lo lee, confundido, y queda impresionado con semejante concisión lingüística, con el vocabulario selecto y la prosa rítmica. ¡Excelso minicuento!
De regreso a casa piensa en esa joya literaria, en el valor artístico, y busca los epítetos elogiosos que le dedicará a su esposa. Abre la puerta y ella lo espera en la sala, con el ceño fruncido. Él va y la abraza.
De regreso a casa piensa en esa joya literaria, en el valor artístico, y busca los epítetos elogiosos que le dedicará a su esposa. Abre la puerta y ella lo espera en la sala, con el ceño fruncido. Él va y la abraza.
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