VELORIO
Orlando Van Bredam
En el momento más concurrido del velorio se escuchó la voz del muerto. No movía los labios pero hablaba. Primero imperceptiblemente, luego con sostenido énfasis. Era su misma voz pero más enérgica. Dijo cosas terribles. Acusó a su viuda de déspota y de haberle sido infiel toda la vida, a sus hijos de perfectos inútiles, a sus compañeros de trabajo de hipócritas, a los comerciantes del barrio de ladrones y a su médico, de asesino. Nadie terminó de escucharlo. Todos huyeron despavoridos. Todos, menos su íntimo amigo: el ventrílocuo.
1 comentario:
Muito bom! parabéns ao escritor
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