Julio César Fuego ideó una muy original forma de perpetuarse. Cada mañana, durante más de veinte años, escribió algo sobre sí mismo con la mano derecha (era zurdo). Un día, considerando que tenía suficiente material, armó un cuerpo de papel y lo animó con la técnica del rabino Löw. El nuevo golem se dedicó a la literatura y ganó el premio Nobel, aunque no le dio un centavo a Julio César y acaparó toda la gloria, las entrevistas y las chiquilinas deslumbradas por su fama de escritor. Pero nuestro héroe no se desanimó, empezó de nuevo y cada mañana escribe algo acerca de Gloria Nobela, un personaje de ficción, con la certeza de que esta vez no será traicionado.
Acerca del autor: Sergio Gaut vel Hartman
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