El primer día que jugó en la primera división, con el campo a rebosar, se le puso la piel de gallina. Su falta de experiencia le llevó a corretear como una cabra loca.
Partido a partido fue aprendiendo y no tardó en zafarse de sus adversarios por la banda, con regates de auténtica gacela.
Su extraordinaria progresión le hizo ganar terreno y alcanzar las áreas rivales, dónde se encontraba como pez en el agua. Pero había un estadio más en el camino hacia su verdadera identidad. Su cuerpo adoptó morfología marsupial y, a saltos, esquivaba la resistencia defensiva.
El balón, siempre, por toda la escuadra.
Tomado de No Comments
Sobre el autor: David Moreno
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