martes, 24 de mayo de 2011

El jugador - Jorge de Abreu


Agitó el cubilete, quizás con excesiva energía, estaba nervioso pues hacía mucho tiempo que no jugaba. Los dados resonaron, sólidos, en el interior. Se había hecho la promesa de no volver a jugar. La apuesta anterior fue muy alta, su inversión cuantiosa y el fracaso todavía le resultaba insoportable. Había perdido toda su creación y el recuerdo no le daba paz. Sin embargo, era un jugador compulsivo y la tentación era superior a sus fuerzas, soltó los dados. Estos rebotaron improbables en la nueva nada universal y luego de un tiempo inconmensurable se detuvieron hastiados de deslizarse en ese mundo sin roce.
¡Siete!, marcaron inflexibles, casi simétricos, un tres y un cuatro. El supremo creador sonrió. Un reto mayor que el anterior: sólo siete días, ahora lo haría mejor.

1 comentario:

Ada Inés Lerner dijo...

Así que el Creador es un jugador compulsivo? Si estamos hechos a su imagen y semejanza se entiende que andamos como andamos.