miércoles, 21 de marzo de 2012

Fachadas - Flor Marina Yánez


Ella lucía perfecta: bella de formas, inteligente sin petulancia, compañera entusiasta, hábil en la cama y en la cocina. Hasta ese día en el que lo invitó a aquella cena en familia. No pudo entrar. La dejó ahí mismo, frente a la ventana de la fachada colonial de tímida presencia que pretendía camuflar, a los ojos del transeúnte, las demoliciones internas y los engañosos interiores modernos. “Las personas son como sus casas” le había dicho su abuela. Y ésta nunca le mintió.

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