El tipo mira a su mujer, alta y morena, como él, y mira el bocado que ésta le acaba de pasar. Parece inseguro, como si no confiara lo suficiente en la calidad del pedazo de carne. Finalmente, y con mucho mirar a izquierda y derecha, decide tragársela de un solo bocado. No estaba mal, piensa. Y agradece a su mujer con un golpecito en los glúteos sus atenciones. (Espera un momento, ¿esos ojos y esa boca? desde luego es cierto eso de que los matrimonios acaban pareciéndose).
Ahora escupe los pañales con un gesto de fastidio. La carne del bebé sienta en su estómago como si acabara de engullir una roca.
—¡Ajá —le grita su mujer—, caíste, maldito! —El tipo la mira sin comprender.
—¿Qué quieres decir?
—Nada, nada —responde ella—, ya te contaré en unos años mi amante hermano.
Acerca del autor:
Raúl Alejandro López Nevado
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