Se desarrollaba la última sesión de la asamblea de todos
los animales. Con un atraso de tres días, cuando casi todos los
representantes habían presentado su ponencia, apareció el perro,
rodeado de gigantescos mastines.
—Mis disculpas por el atraso —dijo—.
Sólo vengo a decirles que soy el indicado para liderarlos en la gran
cruzada contra nuestro enemigo común, el hombre.
—¿Por qué tú –dijeron todos a
coro.
—Es evidente. He convivido por miles
de años con nuestro enemigo. Conozco todos sus trucos y sus
debilidades. Soy inteligente. Él confía en mí.
—Es verdad –dijeron todos. Y
estaban a punto de elegirlo cuando, de un salto, un gato común se
encaramó en el estrado, diciendo:
—Es verdad todo lo que dices, perro.
Pero el comandante seré yo.
—¿Por qué? –dijo el perro.
—Porque yo hice todo lo que tú has
dicho. Pero mantuve mi independencia.
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