El estruendo invadió su cerebro y un violento latigazo le sacudió las piernas. No sentía el tacto de su mano derecha, que en aquel mismo segundo se había agarrado con insólita fuerza al libro y a la pizarra. Le estallaban los pulmones. Murió a los diez minutos con la mirada fija en la porción de cielo encendido que aún podía intuir, a través de la densa humareda, por un resquicio de los escombros.
Sucedió en Basora, un día de mayo de 2003.
Sobre la autora: Anna Rossell
No hay comentarios:
Publicar un comentario