Subo fatigosamente la escalera de piedra cuando un hombre en jubón, calzas y arco en mano se adelanta y llega antes que yo a la almena de la torre. Desde allí, al parecer, reconoce al enemigo que se acerca; entonces, carga y tensa la cuerda: la certeza puesta en el rival.
—¡Qué ridiculez! ¿Cómo puedo soñar esto? —exclamo al tiempo que él suelta la flecha. Sin duda, le he hecho errar el tiro pues, furioso, carga otra vez y me apunta a mí.
Así fue como desperté con esta terrible punzada en el ojo izquierdo, doctor.
Tomado del blog Ni vara ni cuchillo
Sobre la autora: Mónica Ortelli
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