El escritor mueve el cursor y abre el documento guardado pocas horas antes. Aunque ya tiene el final muy claro —sólo queda que el sicario apriete el gatillo—, prefiere releer los dos últimos párrafos, para meterse en la escena. En el primero encuentra al protagonista, de espaldas a la puerta, mecanografiando unos papeles a toda prisa, hecho que le impide percatarse de la presencia del intruso. Hasta ahí bien. Sin embargo, el escritor recuerda haber dejado colgada la historia en ese momento, así que se extraña cuando ve, en ese último párrafo, cómo el protagonista teclea sobre el papel que la víctima, ensimismada en la pantalla del portátil, no repara en que un sicario le empieza a vaciar el cargador de su pistola por la espalda. Punto final, concluye el protagonista.
Tomado de
Realidades para Lelos
Sobre el autor:
Víctor Lorenzo Cinca
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