Se puso de pie, agotado; su aspecto era el de un hombre torpe y borroso al que una sucesión de derrotas hubiera puesto al borde del colapso final. Avanzó por el borde del camino para tratar de encontrar refugio en un bosque de hayas, pero se desplomó unos metros antes de llegar. La ruta al sueño estaba cortada y sangraba profusamente. En el dormitorio, mientras tanto, la familia se deshacía en plegarias y promesas por la salvación de su alma y los médicos ensayaban diversos procedimientos para reanimarlo, embutiéndole una serie de drogas que, en el caso de que lograran su propósito, lo convertirían en drogodependiente por el resto de la vida. De pronto, como salida de la nada, llegó la solución. Podía permanecer entre los dos mundos por tiempo indeterminado. La única condición era que el autor mantuviera inédito el cuento que lo había obligado a protagonizar.
Sobre el Autor: Sergio Gaut vel Hartman
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