Al comenzar sus charlas un silencio expectante
se impone a su alrededor, pero unos segundos después aparecen las
primeras sonrisas burlonas. Quizás no le ayude mucho ese traje raído,
que le queda dos tallas grande, ni sus barbas a lo Valle-Inclán. Cuando
termina su perorata ya nadie aplaude ni le aguardan para que les amplíe
detalles sobre lo contado. Se esfumaron aquellos años en los que sus
alumnos se peleaban por estar en primera fila para escucharle. Hoy
tumbado en un banco de la plaza, apura un cartón de vino esperando a que
la inspiración le asalte de nuevo.
Tomado de http://en99palabras.blogspot.com.es/
Acerca del autor:
Miguel Ángel Molina
1 comentario:
Muy en la linea del autor realidad cruda y sucia, con un estilo limpio e impecable.
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