—Vamos a ponerlo así —dijo el de la toallita a la mucama de servicio. Ella escuchaba mientras repasaba mentalmente la cantidad de whisky que faltaba del bar de la habitación y vio que no faltaba nada. El otro siguió su perorata.
—Déme su mano que le explico las políticas del Fondo.
Ella se rehusó.
—¿Ve? Los países reaccionan igual. Se niegan. Entonces ¿sabe qué hacemos? —Y el de la toallita la dejó caer mostrando un aparato con un forro con el logo de su empresa. La mucama no necesitó más y le mostró su dentadura de acero afilado. El de la toallita sigue aún con inexplicable diarrea.
Sobre el autor:
Héctor Ranea
2 comentarios:
Creo que se conmovió el de la toallita al calcularse dentelleado.
Convincente y simpática la presencia de la mucama.
Demuestra que no es necesario hablar tanto para caer bien al espectador.
Gracias, Carlos!
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