Se miraron como por primera vez. Él la besó. Se despojaron recíprocamente de la ropa y se tendieron los puentes de la piel. El perdón redimió dos almas cuyos cuerpos se entrelazaron, se traspasaron, se fundieron en un mismo individuo. Que en el lecho de un hotel extraviado en la marea de la ciudad se masturba con los ojos cerrados.
Acerca del autor:
Pedro Peinado Galisteo
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