Al despertar, el dinosaurio ignoraba si era Chuang Tzu que había
soñado que era una mariposa o si era una mariposa y estaba soñando que
era Tzu. Se volvió a dormir y soñó de nuevo. Esta vez era Hemigway y
pretendía venderle unos zapatos de bebe sin usar a Boris Vian.
—Esto es patafísico —dijo el autor de
La hierba roja—. No me apetece desayunar zapatos.
—Discúlpeme;
usted me confunde con Monterroso —replicó Ernest ensartando al francés
con un pez espada. De la boca de Boris salieron millones de mariposas
que, al posarse sobre las narices del dinosaurio, le produjeron apnea y
lo forzaron a despertar nuevamente, aunque la fortuna siguió siéndole
esquiva, ya que cuando este fausto acontecimiento se produjo, Monterroso
ya se había ido a la China de Mao para tomar clases de tango con el
profesor Mieville.
Sobre el autor:
Sergio Gaut vel Hartman
1 comentario:
Veo que el relato Monterrosiano sigue actuando en nuestra psique colectiva. Desde Spielberg hasta cuanto Dinosaurófilo presente, hemos sido convocados a ofrecer nuestra versión de los hechos.
Recuerdo uno mío que solo decía; Cuando despertó, su suegra todavía estaba ahí.
Pero he perdido la cuenta de tantos autores y múltiples versiones.
Tu pieza invoca imágenes como de cine fantástico japonés.
Publicar un comentario