lunes, 5 de diciembre de 2011

Al desalojar, anoche. Escena en New York: tierra de libertad – Héctor Ranea



—¡Ma qué alienígena ni que cinco de diciembre! ¡Te vamos a sacar del parque junto a los otros indignaditos del carajo! —gritó el policía de New York meneando al intruso ocupa con vigor desvergonzado. En una de las sacudidas se salió uno de los ojos del pobre zarandeado, quien, extendiendo dos dedos logró ponérselo en su lugar. El cana, a todo esto, ni cuenta se dio. Lo único que quería era cumplir la orden: “nadie debe llegar al edificio de la Bolsa”. Cuando creyó que lo había sacudido bastante quiso ponerle las cintas de sujeción para las manos. Recién ahí se enteró de que ni modo que funcionaría. En el Precinto nada le habían dicho sobre qué hacer si el detenido tuviera tres manos. Hay radicalizados acá —pensó el de azul— pero ¡la mierda! Éste ya es el colmo.

No hay comentarios: