Cubrió su sexo con el estrecho hilo de la tanga que acababa de comprarse y con la misma delicadeza, terminó de abrocharse su mágico sujetador push up. A continuación, se puso un ajustado vestido negro que apenas cubría algo de sus femeninas piernas y cerró la cremallera que colgaba por su finísima espalda. Después, se colocó dos enormes aros de plata, perfiló con un lápiz sus rasgados ojos y con un gloss intenso recorrió de lado a lado sus carnosos labios. Por último, se subió a unos tacones de aguja y sólo entonces, se atrevió a salir por la puerta.
Decidido.
Tomado de Microrrelatos a peso
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