Era un rey tan audaz que en la sexta jugada ya estaba a tres leguas de su palacio y en la décima se había internado tanto en el campo adversario que sus súbditos empezaron a temer por su vida. Sin embargo, él, temerario, siguió avanzando y alcanzó la octava línea cuando promediaba el medio juego. El problema empezó cuando los jueces le dijeron que para coronar tenía que someterse a una delicada intervención quirúrgica.
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Sergio Gaut vel Hartman
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