Cuando Narciso murió, las flores del campo se entristecieron y suplicaron al río que les prestase gotas de agua para demostrar su duelo «¡Oh! ―contestó el río—. Si todas mis gotas de agua fuesen lágrimas, no tendría bastantes para llorar yo mismo a Narciso; hasta tal punto le amaba.» «Es natural ―dijeron las flores—. ¿Cómo no amar a Narciso que era tan bello?» «¡Ah! ¿Era muy bello, entonces?» preguntó el río. «¿Quién mejor que tú puede saberlo, ya que él reflejó en ti tantas veces su rostro, inclinándose sobre tus orillas para mirarse en tus aguas?» «Le amaba ―respondió el río— porque cuando se inclinaba sobre mi podía contemplar mi belleza reflejada en sus ojos»
Tomado de “Obras completas”, Tomo I, 1943.
Traducción de Julio Gómez de la Serna.
Acerca del autor:
Oscar Wilde
2 comentarios:
Narcisista el río. Y genial Wilde, claro, que en esta microficción logró renovar un tema trillado para configurar una pequeña obra maestra.
El amor es eso...Justamente. Vernos con los ojos de quien nos ama.Me resulta familiar
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