sábado, 25 de mayo de 2013

Aquel frío alucinante - Fernando Andrés Puga



Olió el trozo de queso rancio. Entró. Movió el resorte. La puertita se cerró y quedó atrapada. Tardó unos segundos en descubrirlo. ¿Y ahora?, se dijo, ¿cómo salgo de acá?
Empezó a oscurecer y con el sol se fue el calor.
Antes de morir, la sacudieron unos cortos espasmos.
Inmóviles detrás del vidrio roto, el niño y el gato parece que sonríen mientras la saliva les resbala por la comisura de los labios.


Acerca del autor:  Fernando Andrés Puga

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