Alardeaba con lo último en tecnología, por eso me acerqué y le comenté sobre "lo último de lo último". Le dije que mi dispositivo nunca se bloqueaba y que duraba cien años. ¡Siempre anda y no necesita baterías! Se asombró cuando comparé las resoluciones de pantalla. Le aseguré que era muy similar a la de un ojo humano. Siempre está cargado y para acceder a la infografía tenés que pensar en ella. La velocidad de transmisión de datos se ajusta a tu medida, le dije. ¡Se emocionó y puso como loco! Es más, los bits ingresan directamente a tu cerebro. No hacen falta cables, bluetooth ni wi-fi ni ocho cuartos. Se le caían las babas. Después de pagarme mil dólares, le di el libro.
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Cristian Cano
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