El señor Demián Ñocorpi, esa mañana tan placentera, se asomó a su ventana que da al Norte y gritó:
—¡Tetas!
Asomó en su comisura labial, entonces, una sustancia parecida al café que acababa de beber y volvió a gritar desaforado por la ventana gemela al Sur:
—¡Tetas! —maravillado, extasiado, complacido.
Pero era todo un sueño. Seguía en la taza el café, él en la copa del sostén vacío, las tetas volando y no por la ventana sino por el ventilador del baño y un pájaro negro parecido a un cuervo que daba las gracias desde el somero sueño, por cierto fervor nocturno inconfesable del señor Ñocorpi.
Sobre el autor:
Héctor Ranea
2 comentarios:
Se llegan a dar tales panoramas al dormer. Bueno,aun despierto.
Muy cierto. Y yo, muy despierto. ¡Salud! Brindemos con tazas amplias
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