Presa aún de los sueños eróticos, suele sucederme que horas previas a la madrugada, me imagino amando a una mujer distinta a la que duerme conmigo. Los roces suculentos, las caricias atrevidas, los besos prohibidos. En pleno goce quimérico debajo de las sábanas, me despierto replicando los movimientos que ejecuto en mis sueños. Es así que la oscuridad de mi habitación se ha terminado convirtiendo en testigo presencial de una realidad que segundos u horas antes, no lo sé ya que me es imposible determinar el tiempo exacto de los sueños, solo sucedía en mi imaginación.
Ahora mi esposa no se me insinúa en las noches
como solía hacerlo años atrás, pero sí he llegado a escucharla rezando
entre murmullos, rogando para que vuelva a soñar esa noche, así no sea
su nombre el que pronuncie.
Tomado del blog: Los Cuentitos
Sobre el autor: Esteban Dublín
1 comentario:
Hola, Esteban.
¡Muy bueno!
Publicar un comentario