El terremoto lo despertó: la planta emitía su cotidiano llamado. Se arrastró entre las ruinas hasta que llegó al ingenio al rojo vivo. La grieta emitía un humo fosforescente. Se arrojó allí sin pensarlo. Su último pensamiento: mañana le tocaría a otro, pero esta vez, la fortuna fue solo para él.
Sobre el autor:
Jesús Ademir Morales Rojas
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