Tomó conciencia de sí envuelto en una mínima película de cartílago
transparente. El óvulo era un lugar cálido y pestífero; el vínculo con
el exterior, pésimo. Sumido en mística levitación invocó a su icono de
ébano. Una rápida y bárbara descarga de látigo lo liberó de su cáustico
encierro: nacía el primer vástago de Lucifer, fruto de una sórdida unión
provocada por un estímulo maléfico. –“Me gusta la temática, es válida”,
sentenció el director de publicaciones, “desarrolla el capítulo y
mándamelo”.
Sobre la autora:
Anna Rossell
Anna Rossell
Foto: Héctor Ranea
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