Si Dios fuese el pedúnculo de los cuatro universos de nuestro huevo cósmico de vidrio rojo, ¿para qué trabajar con dos misterios o incógnitas?
Un campanario nos basta. Lo llamaremos universo luz, propone el agnóstico positivista.
No, a esa única incógnita la llamaremos el Dios Único, sentencian desde Jerusalén, Roma, La Meca, Llahsa, Benarés, rabinos, presbíteros, mullah, gurúes —el libro en mano y el acertijo en la lengua—.
El Autor:
Daniel Alcoba
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