El maldito
Adivino, Juglar Repositor y Kantor de la Scola Ominoso Canticus, también
Cocinero de Manjares Rituales y Gran Maestre de la Hermandad del
Bronce, nos había dado la tarea de catar la leche de las cabras de
Hildegarda directamente de la ubre de cada una. Suponía, en su fantasía
asombrosa, que, provocada por la luz de las estrellas Celaeno y Pleione,
en los animales se había tratado de introducir un animal fabuloso que
sólo con tal amague haría claudicar a nuestras mujeres haciéndolas
descabellarse de tanto renguear con sus tres piernas. Pero luego
descubrimos que su jugada era humillarnos al hacernos chupar a las
cabras pues quería poner una fábrica de queso, haciéndonos echar a los
Lecheros Monacales. Veneranda sea Hildegarda, aunque sigue impune el
malvado.
El autor:
Héctor Ranea
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