Su madre le decía siempre que pusiese el corazón en todo lo que hiciese, por eso cuando empezó a trabajar en la oficina del paro, siguió con esmero sus consejos y desde que llegó las inscripciones descendieron drásticamente. Era meticuloso, pulcro, un maestro al que pronto muchos empezaron a imitar, se multiplicaron los formularios debidamente cumplimentados a su manera y el paro descendió rápidamente, aumentando eso sí, el número de individuos descorazonados que se acumulaban en las puertas traseras y el nauseabundo olor a podrido en algunas administraciones públicas.
Sobre la autora: Paloma Hidalgo
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