Los ruidos me mantienen despierto, sin poder conciliar el sueño. Me levanto en mitad de la noche y pienso que es indispensable que tenga contacto con las demás personas, ya que de lo contrario me extraviaré en el laberinto del que nadie pudo jamás salir. Abro la ventana y contemplo la lluvia de peces. Muevo la cabeza y me sirvo una copa de dulce de membrillo. Las nueces incrustadas en las columnas de la sala aprueban mi conducta.
—¡Borrachín! —exclaman.
No acepto que unas triviales frutas secas me traten así. Es el insomnio, reflexiono y entro al baño. ¡Era eso! Sentado en el borde de la taza analizo con frialdad el asunto un momento antes de que la cucharita me arroje al fondo del abismo. Caigo en la cama y me cubro con una frazada a pesar de que la temperatura alcanzó los cincuenta grados. Me dispongo a dormir.
3 comentarios:
Un desayuno así y nos ponemos a escribir las nuevas aventuras de Ubu, el bueno o la increíble construcción del espantapájaros del Rey Petiso. ¡Quiero un poco de ese dulce de membrillo! ¿Dónde lo consigues GvH?
Magnífico!!! Abríguese, que los 50ºC traerán frío polar.
me encantó esta dosis alta de surrealismo...
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